miércoles, septiembre 07, 2005

Mi cabello...

Si fuere rapado, mi fuerza se apartará de mí, y me debilitaré y seré como todos los hombres.
Jueces 16:17

Hace mucho, alguien se detuvo y contempló por largo rato mi cabeza, la tocó y me dijo por dos veces: “Tienes una linda cabeza”.
Nadie me la había chuleado.
Hace poco, mi Director de Teatro, un hombre joven y portando un apellido muy dulce, me dijo que debería de darle una nueva imagen a mi cabello.
Todo salió porque conversábamos sobre los rostros armónicos.
Yo bien divertida sobre el tema, y entre risas, cometí el error de preguntarle sobre mi aspecto, ¿por qué error? pues porque sabía que escucharía la verdad y conociéndome un poquitín, me apenaba decirle que no le daba mucho tiempo a mis cabellos.
Claro que me gusta ser y parecer mujer, pero trato de ser práctica, no ando echa trizas y además adoro cuidar mi piel.
Mi Director de Teatro, lo hizo con fineza y cautela, y trató de convencerme que era necesario que me actualizaran el corte de cabello.
Me decía que me vería más linda, yo le argumentaba que tengo otros intereses fuertes que estar media hora ante el espejo y cargando una pesada secadora.
Yo sé que él, por el cariño que me tiene, desea verme guaperrima.
Mi cabello ha pasado por todo, desde traerlo tan largo debajo de la cintura hasta llevarlo muy cortito, con coletas, media coleta, raya en medio, zig zag, moñitos, pasadores y todas las chucherías femeninas.
Se ha vestido de colores dorados y rojizos.
En alguna playa lejana, también mi cabello lució las trencitas a la Bo Derek.
Pasaron varios días, el tema creí que había quedado cancelado, hasta que él vuelve a preguntarme sí ya fui a la peluquería, supongo que él desea ver a su amiga que luzca bellamente o quizá aspire a tener una suegra coqueta, sea lo que sea, yo se lo agradezco.
De tanto pensarlo, una mañana decido tomar rumbo hacia la calle de la belleza.
Camino un poco nostálgica, con la inseguridad de cortarme el largo cabello que ya había avanzado con los largos meses de espera.
Mi estilista me enseña sus catálogos de todos los cortes modernos, y ya que estoy lista para decidir cual me gusta para mi cabecita loca, ella me dice que a mi no me queda nada de lo elegido, por que mi cabello ni es lacio, ni rizado, ni ondulado, ni grifo, vaya, mi cabello es un adolescente en potencia.
Siempre fui lacia pero...ahora? echémosle la culpa a los cambios climatológicos, al agua y a las hormonas.
Si fuera lacia, me quedaría por ejemplo, un corte degrafilado y andaría como esas modelos guapas.
En todos los cortes, tendría que ponerle mucho empeño cada mañana, cuestión que yo me desisto.
Entonces, decidí que me lo cortaran debajo de mis orejas, para poder manejarlo a gusto después de la ducha.
Las tijeras cambiaron el destino de mi cabeza y como en ese día, me encontraría con mi Director de Teatro, estaba un poco nerviosa pues no sabía si pasaría el examen, pero al menos, me vería muy linda.
Y oh! sorpresa, él nunca llegó…snif...snif.
Yo en la cotidiana vida, vuelvo a las andadas, me ducho, medio me seco el cabello, me pongo gel , me lo acomodo y listo.
Es una lucha diaria ante el espejo que yo prefiero perder el cabello en el teclado.
Así que en este día lleno de viento, concluyo, que dejaré de ser Sansón, me raparé la cabeza y tatuaré el nombre de mi amado.

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