Foto: Bethania |
Hace tres años me aplicaron
morfina para que no sintiera dolor. Hace tres años tuve el rostro más hermoso y
radiante debido a la morfina. Hace tres años creí que todo seguiría normal. Hace
tres años llené frascos de lágrimas por el cambio rotundo. Hace tres años decidí
levantarme y seguir adelante.
Este año constato que, Enero, es
el mes de debatir con Dios: ¿Por qué azota mi organismo y me lleva a la cama
cuando supuestamente es inicio de año y hay muchas cosas por hacer?
Mis últimos tres años han sido
así. Enero diagnostica y el resto de los meses son un vaivén. Y no es nada
grato. La edad avanza y la recuperación es más lenta. Pero, en la lentitud,
cuando hay desesperación de mirar la luz, me detengo a reflexionar y termino diciéndole
a Dios: ¿Ahora qué quieres mostrarme? Él guarda silencio y su silencio me da la
respuesta: Tú descubre qué es lo que quiero.
Y cuando pierdo el ánimo de
escribir, me sentencio: Hay que escribir con la enfermedad. Y dejar que Dios se
manifieste en cada letra.
Yo quería olvidar esta fecha.
Dejarla atrás. Enterrada. Pero, acabo de comprender que, después de todo, ¿por
qué habría de olvidar la fecha que cambió mi mundo?
Ahora, aunque el camino sea
angosto, disfruto cada escalón y prosigo la meta.
Qué bello es vivir.