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Cuando fui adolescente ya sabía lo que era la carencia del
dinero en el hogar. Entonces, para evadir el tema, una tarde encendí la radio y
escuché por primera vez: No tengo dinero ni nada que dar….Fue cuando conocí a
Juan Gabriel.
No olvidaré la mirada de mi abuelita mientras escuchaba la
canción al lado del ropero infantil.
Posteriormente, un día me enamoré y volví a escuchar a Juan
Gabriel cantando Siempre en mi mente.
Y el tiempo pasó y él se quedó como un tesoro intocable, nunca
se fue de mi vida aunque yo no lo nombrara. No era necesario cuando él permanecía
en boca de todos y en todos los lugares. Cuántas veces resultaba un contagio
cantar o sonreír.
Ahora, Juan Gabriel me trae el pasado y el presente de este
país y, por supuesto, la escena intacta de mi adolescencia en mi solitaria
recamara.
Cercanamente puedo escuchar su voz decirme: Por favor,
Abrázame muy fuerte.
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