André Malraux escribió: “La cultura es lo que, en la muerte, continúa siendo la vida”.
En estas fechas, miro alrededor muchos altares dedicados a los muertos, el arte de la creatividad se luce entre nuestra cultura.
La mayoría recuerda a sus muertos.
Y yo recuerdo a los muertos vivos, a esos que caminan en la cotidianidad como sonámbulos en cada vida propia llevando una vela media encendida.
¿Qué hay de esos muertos vivos? los que tienen enfermedades incurables, los pobres, los desempleados, los que perdieron todo por una lluvia intensa.
¿O los otros muertos vivos? los que padecen del alma en sus recuerdos pasados.
¿Quién no tiene un padre que maltrató la infancia y ahora está convertido en un anciano con amnesia negando el pasado?
¿No tenemos acaso el recuerdo de un golpe con la palabra de esos maestros que no creyeron en sus alumnos que estaban sentados en los pupitres, los miraban insignificantes y ahora estos están convertidos en personajes de la historia?
¿O los jefes en el trabajo que con su prepotencia no valoraban la capacidad de sus compañeros?
¿Qué de los amigos íntimos y queridos por toda una vida que traicionaron y decepcionaron?
¿Quién no ha enterrado un amor y aún lo ve riendo en la ciudad?
Cuántos besos apasionados para que ahora sean olvidados…
Nos abrazaron fuertemente para después arrojarnos al vacío…
Y esas miradas que nos sonrojaban ahora son miradas que matan.
El corazón nos palpitaba con el amor que le teníamos para que este amor en un segundo nos apuñalara con sus palabras o con sus hechos o con su mismo silencio.
Y si escuchamos el tema musical bailado o susurrado al oído o nos encontramos a su doble proyectado en una película, el corazón puede temblar de suspiros o de odio.
Esos son los muertos vivos, los que seguimos mirando y quizá hasta conversemos con ellos.
Fotos, cartas, regalos, sitios y todo lo que implica que los recordemos, aunque quememos y echemos al mar los recuerdos, de todos modos se quedan clavados en lo profundo de nuestro ser.
No los olvidamos por lo simple e intenso que dejaron en nuestra vida, no es que seamos masoquistas, es el hecho que lo malo nos fortaleció para seguir levantados, caminar lentamente con la seguridad de que estamos vivos.
Preferible recordar a nuestros muertos vivos de la mejor manera.
Aunque quizá tampoco yo me salve de ser una muerta viva en algún corazón que deambule por ahí.
La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos.
Marco Tulio Cicerón.
En estas fechas, miro alrededor muchos altares dedicados a los muertos, el arte de la creatividad se luce entre nuestra cultura.
La mayoría recuerda a sus muertos.
Y yo recuerdo a los muertos vivos, a esos que caminan en la cotidianidad como sonámbulos en cada vida propia llevando una vela media encendida.
¿Qué hay de esos muertos vivos? los que tienen enfermedades incurables, los pobres, los desempleados, los que perdieron todo por una lluvia intensa.
¿O los otros muertos vivos? los que padecen del alma en sus recuerdos pasados.
¿Quién no tiene un padre que maltrató la infancia y ahora está convertido en un anciano con amnesia negando el pasado?
¿No tenemos acaso el recuerdo de un golpe con la palabra de esos maestros que no creyeron en sus alumnos que estaban sentados en los pupitres, los miraban insignificantes y ahora estos están convertidos en personajes de la historia?
¿O los jefes en el trabajo que con su prepotencia no valoraban la capacidad de sus compañeros?
¿Qué de los amigos íntimos y queridos por toda una vida que traicionaron y decepcionaron?
¿Quién no ha enterrado un amor y aún lo ve riendo en la ciudad?
Cuántos besos apasionados para que ahora sean olvidados…
Nos abrazaron fuertemente para después arrojarnos al vacío…
Y esas miradas que nos sonrojaban ahora son miradas que matan.
El corazón nos palpitaba con el amor que le teníamos para que este amor en un segundo nos apuñalara con sus palabras o con sus hechos o con su mismo silencio.
Y si escuchamos el tema musical bailado o susurrado al oído o nos encontramos a su doble proyectado en una película, el corazón puede temblar de suspiros o de odio.
Esos son los muertos vivos, los que seguimos mirando y quizá hasta conversemos con ellos.
Fotos, cartas, regalos, sitios y todo lo que implica que los recordemos, aunque quememos y echemos al mar los recuerdos, de todos modos se quedan clavados en lo profundo de nuestro ser.
No los olvidamos por lo simple e intenso que dejaron en nuestra vida, no es que seamos masoquistas, es el hecho que lo malo nos fortaleció para seguir levantados, caminar lentamente con la seguridad de que estamos vivos.
Preferible recordar a nuestros muertos vivos de la mejor manera.
Aunque quizá tampoco yo me salve de ser una muerta viva en algún corazón que deambule por ahí.
La vida de los muertos perdura en la memoria de los vivos.
Marco Tulio Cicerón.
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