El otoño pasado, me enteré que llegaría a nuestra ciudad Marcel Marceau. Fue mucha la emoción que decidí que su espectáculo sería uno de mis regalos navideños, así que asistí acompañada por Sofía y Sandra.
Ahora en este otoño, recordando el pasado, me viene a la memoria su presencia y sigo pensando lo mismo: “Marcel Marceau es la belleza del silencio”.
A la víspera de la función, recordé mi niñez y adolescencia cuando Charles Chaplin, el Gordo y el Flaco, Marcel Marceau –entre otros- me hicieron pasar ratos agradables a través de la televisión, sin pensar jamás que tendría la oportunidad de conocer al mismo Marcel Marceau.
La gran noche del jueves 25 de noviembre del año 2004, en el Teatro del Estado, lleno en su totalidad, a las 8:50 p.m. salió a escena el mejor mimo del mundo: Marcel Marceau.
Entre cada final de sus historias breves que nos platicaba a través de su silencio, los espectadores lo rompíamos en ovacionarlo en aplausos, hurras y carcajadas.
La noche fría se convirtió en dejarnos el corazón ardiente en sonrisas y en una imaginación ilimitada.
Sin decir palabras, con sus gritos de silencio, su gramática está en su rostro, en su cuerpo delgado, sus manos grandes, sus puntos suspensivos terminan en la lentitud suave por la vejez.
Dignifica el valor del silencio en un mundo “donde todos hablan como metralletas”.
Cuánta razón tiene en declarar que “el silencio no tiene límites, los límites los pone la palabra”.
A las dos horas, llegó el final del encanto, el público por 10 minutos puestos de pié, le aplaudimos y aplaudimos y él salía y salía a agradecer con su brillante y blanco rostro.
Era la última noche en nuestro país, Jalapa fue la elegida para despedirse después de más de cincuenta años de trayectoria artística.
Nos dijo adiós en su última gira mundial.
Era la segunda vez que Sandra lo veía, ella lloraba porque sabía que él nunca más volverá a nuestra tierra y porque sus pequeños niños no podrían conocerle.
Y yo lloraba internamente porque Bethania no estaba presente, me sentí culpable de no haber hecho lo imposible para que ella viera al poeta del silencio.
Pintor, escritor, maestro y mimo, con muchos premios y honores, Marcel Marceau a sus 81 años, vive para demostrar que ser mimo es un arte, vive intensamente la vida, vive creyendo que los mayores son los que dejan un legado, por eso es el Embajador de Buena Voluntad de las Naciones Unidas en la Asamblea Mundial sobre el Envejecimiento.
Siempre he tenido la costumbre de coleccionar autógrafos de las personas que admiro, y cuando no lo logro, me conformo con verlos de cerca, así que compré una postal con la foto de Marcel y después de una larga espera, logré su firma.
Ahora la postal adorna una de las paredes de mi casa.
Y mientras yo viva, en mi baúl de recuerdos permanecerá Marcel Marceau.
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