Cuando menciono mi nombre Don Johnston, las personas se ríen, porque escuchan Don Johnson, y recuerdan al famoso actor, pero el mío lleva la letra “t”.
A pesar de que no tengo problemas financieros, mi vida es tediosa, lacónica, pasa en la lentitud donde a veces siento que respiro sin vivir. Me dedicaba al negocio de las computadoras, tan experto era en las máquinas que ni siquiera me interesa tener una en casa. Me gusta vestirme con ropa deportiva y las mujeres son mi debilidad, por eso no me he casado ni tengo familia. Tengo fama de “donjuán”. Me acaba de dejar mi novia Sherry, ella dice que no le doy estabilidad, y al irse, todavía me reprocha mi correspondencia tirada, entre ellos un sobre rosa, especulando que seguramente es de alguna mujer.
Tengo un amigo y vecino llamado Winston, tiene una familia linda y numerosa, a él le encantan las historias de misterio y detectives, le gusta resolverlas a través del internet. Voy a su casa para ayudarle a arreglar su computadora y me llevo la correspondencia para leerla con calma.
Abro ese sobre rosa y me doy cuenta que es una carta anónima, la leo y dice lo siguiente: “Querido Don: a veces la vida te brinda sorpresas extrañas. Han pasado casi 20 años desde la última vez que nos vimos, pero ahora hay algo que debo decirte. Hace años, después de terminar nuestra relación, descubrí que estaba embarazada. Decidí seguir adelante con el embarazo y tuve un hijo-un niño-tu hijo. Decidí criarlo yo sola porque nuestra relación había terminado. Mi hijo tiene ahora 19 años. Es un tanto tímido y reservado a diferencia de ti, pero es una persona sensible y maravillosa. Hace unos días, salió a hacer un misterioso viaje por carretera, pero estoy casi segura de que partió en busca de su padre. No le dije casi nada de ti, pero es ingenioso e imaginativo. Como sea, si ésta es de hecho tu dirección correcta, bueno, pensé que debías saberlo”.
Le comento a Winston de la carta, él observa que es un sobre color rosa, escrito en una antigua máquina de escribir con tinta roja y en el timbre postal ni con lupa se detecta de donde proviene.
Winston me anima e insiste que busque a ese hijo para que mi vida tenga sentido y como le gusta resolver misterios, me pide la lista de las últimas cinco novias que tuve hace veinte años, yo me niego hasta que me convence. Al fin y al cabo, ¿por qué no? Total, no tengo nada que hacer y cambiar de territorios y volver a ver aquellas novias quizá sea divertido e interesante. Él hace reservaciones de avión, hotel, alquiler de autos, me da un mapa, las direcciones de ellas, a la vez me informa que una de ellas ya está muerta, me sugiere que me vista formalmente, que les lleve flores rosas, observe todo detalle color rosa y busque la máquina de escribir. Me regala un disco de música etíope para que me acompañe en los trayectos de carretera.
Mientras viajo, pienso hasta que punto valdrá la pena enfrentar mi pasado y en consecuencia mi presente, tanto para ellas como para mí; al tener estos encuentros inesperados serán verdaderas sorpresas.
Visito a cada una de ellas: Laura, una viuda frívola con una hija llamada Lolita que le hace honor al nombre; Dora, una esposa reprimida y fría; Carmen es comunicadora de animales con una secretaria celosa; Penny es hippie y Michelle, la novia difunta. Me di cuenta que cada una de ellas refleja la falta de afecto y de vida, lo mismo que represento yo. Nunca perdí ningún detalle de sus hogares, desde ver los tableros de básquetbol hasta los mínimos detalles rosas.
Regresé a casa, sin ninguna respuesta del supuesto hijo. Observo a todos los chicos y me equivoco en uno pensando que es mi hijo. Empiezo a dudar si lo tengo. Encuentro otro sobre rosa y ya no sé si pensar que la misma Sherry me jugó una broma. Aún así, creo que mi vida sigue siendo la misma.
A pesar de que no tengo problemas financieros, mi vida es tediosa, lacónica, pasa en la lentitud donde a veces siento que respiro sin vivir. Me dedicaba al negocio de las computadoras, tan experto era en las máquinas que ni siquiera me interesa tener una en casa. Me gusta vestirme con ropa deportiva y las mujeres son mi debilidad, por eso no me he casado ni tengo familia. Tengo fama de “donjuán”. Me acaba de dejar mi novia Sherry, ella dice que no le doy estabilidad, y al irse, todavía me reprocha mi correspondencia tirada, entre ellos un sobre rosa, especulando que seguramente es de alguna mujer.
Tengo un amigo y vecino llamado Winston, tiene una familia linda y numerosa, a él le encantan las historias de misterio y detectives, le gusta resolverlas a través del internet. Voy a su casa para ayudarle a arreglar su computadora y me llevo la correspondencia para leerla con calma.
Abro ese sobre rosa y me doy cuenta que es una carta anónima, la leo y dice lo siguiente: “Querido Don: a veces la vida te brinda sorpresas extrañas. Han pasado casi 20 años desde la última vez que nos vimos, pero ahora hay algo que debo decirte. Hace años, después de terminar nuestra relación, descubrí que estaba embarazada. Decidí seguir adelante con el embarazo y tuve un hijo-un niño-tu hijo. Decidí criarlo yo sola porque nuestra relación había terminado. Mi hijo tiene ahora 19 años. Es un tanto tímido y reservado a diferencia de ti, pero es una persona sensible y maravillosa. Hace unos días, salió a hacer un misterioso viaje por carretera, pero estoy casi segura de que partió en busca de su padre. No le dije casi nada de ti, pero es ingenioso e imaginativo. Como sea, si ésta es de hecho tu dirección correcta, bueno, pensé que debías saberlo”.
Le comento a Winston de la carta, él observa que es un sobre color rosa, escrito en una antigua máquina de escribir con tinta roja y en el timbre postal ni con lupa se detecta de donde proviene.
Winston me anima e insiste que busque a ese hijo para que mi vida tenga sentido y como le gusta resolver misterios, me pide la lista de las últimas cinco novias que tuve hace veinte años, yo me niego hasta que me convence. Al fin y al cabo, ¿por qué no? Total, no tengo nada que hacer y cambiar de territorios y volver a ver aquellas novias quizá sea divertido e interesante. Él hace reservaciones de avión, hotel, alquiler de autos, me da un mapa, las direcciones de ellas, a la vez me informa que una de ellas ya está muerta, me sugiere que me vista formalmente, que les lleve flores rosas, observe todo detalle color rosa y busque la máquina de escribir. Me regala un disco de música etíope para que me acompañe en los trayectos de carretera.
Mientras viajo, pienso hasta que punto valdrá la pena enfrentar mi pasado y en consecuencia mi presente, tanto para ellas como para mí; al tener estos encuentros inesperados serán verdaderas sorpresas.
Visito a cada una de ellas: Laura, una viuda frívola con una hija llamada Lolita que le hace honor al nombre; Dora, una esposa reprimida y fría; Carmen es comunicadora de animales con una secretaria celosa; Penny es hippie y Michelle, la novia difunta. Me di cuenta que cada una de ellas refleja la falta de afecto y de vida, lo mismo que represento yo. Nunca perdí ningún detalle de sus hogares, desde ver los tableros de básquetbol hasta los mínimos detalles rosas.
Regresé a casa, sin ninguna respuesta del supuesto hijo. Observo a todos los chicos y me equivoco en uno pensando que es mi hijo. Empiezo a dudar si lo tengo. Encuentro otro sobre rosa y ya no sé si pensar que la misma Sherry me jugó una broma. Aún así, creo que mi vida sigue siendo la misma.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario