Memorias de una geisha...

El prefijo gei de geisha significa artes, de modo que la palabra geisha significa artesana o artista. Las geishas no son cortesanas ni esposas, crean un mundo secreto y de belleza. Algunas no se convierten en geishas para tener una vida gratificante, sino, porque no tienen otra elección. La agonía y la belleza viven un lado de la otra con ellas. Una verdadera geisha nunca echará a perder su reputación poniéndose a disposición de un hombre por una sola noche.
Las geishas son damas dedicadas en cuerpo, alma y sentimientos al placer de sus acompañantes y con la única condición de no enamorarse. Tienen el arte de conversar, bailar, tocar un instrumento, preparar correctamente el té y el sake. Debe reír con las bromas y ocurrencias de sus clientes y nunca revela los secretos de éstos. Ella crea drama con un simple movimiento ligero de su abanico. Ninguna geisha puede esperar más.
La película “Memorias de una geisha” ubicada antes de la Segunda Guerra Mundial, está basada en el libro del mismo nombre por Arthur Golden, publicada en 1997 y traducida a 32 idiomas. Un libro narrado sobre la cultura de las geishas de Kioto, Japón. La historia de ese mundo misterioso, exótico, romántico es musicalizada por John Williams, interpretada por Itzhak Perlman (violín) y Yo-Yo Ma (chello) y complementada con instrumentación del Oriente y Occidente.
Chiyo, una niña de nueve años, ingresa a este mundo de las geishas sin buscarlo, sin desearlo, sin esperarlo. Su niñez fue diferente, no pudo elegir su vida. Ella narra: “Una historia como la mía nunca debería ser contada, en mi mundo es todo tan prohibido como delicado. Seguramente no nací para llevar una vida de geisha como otras cosas que han pasado en mi vida. Mi madre siempre dijo que mi hermana Satsu era como el bosque, arraigada a la tierra como un árbol sagrado y que yo era como el agua, el agua puede hallar su camino inclusive entre las rocas y cuando la encuentra puede hacer un nuevo camino. Al estar moribunda mi madre, nos vendieron a mi hermana y a mí, nos alejaron de Yoroido, pueblo en donde vivíamos y nos llevaron a una okiya o vivienda geisha en Kioto, nos separaron para siempre y mi poco mundo se convirtió en sufrimiento”.
El corazón muere, una muerte lenta comprueba la esperanza, hasta un día que no haya esperanzas no queda nada. Ella tiene tanto dolor para esconder su cara, de sus ojos como aguas profundas brotaban lágrimas, en la calle conoció al hombre que le llamaban el Presidente, él se detuvo a conversar con ella, le invitó un helado, le dio su pañuelo y dinero y desde aquel momento, ella dejó de sentir un vacío y se propuso el objetivo de convertirse en geisha, soñaba encontrarse con él nuevamente. Sus ojos con color de lluvia, estarían mirando el futuro hasta que el verdadero futuro cayera del cielo.
Convertida en una verdadera geisha con el nuevo nombre Sayuri, detrás de una máscara blanca y labios rojos, debajo de las capas de su kimono, se encuentra una mujer de carne y hueso con su propia historia, decepciones y sueños. Los secretos que guarda más celosamente pertenecen únicamente a su corazón. Su mundo flotante es donde no se le puede decir al sol que no brille o la lluvia que no caiga.
Solo estaría perseguida por su amor secreto de aquel hombre que estaba totalmente fuera de su alcance. Ella pasó mucho tiempo imaginándose el encuentro con el Presidente, era como un trozo de una canción que llevaba desde entonces grabada en su mente. Algún día él le diría: “Parece que el agua no se ha podido ir de tu mirada”. Su misma belleza la sorprendió como una especie de dolorosa melancolía.