Rosa íntima

Foto: Graciela Barrera

Rosa Silverio, escritora y periodista dominicana, ha publicado su tercer libro de poemas titulado Rosa íntima, de la editorial Santuario. Sus anteriores libros son De vuelta a casa y Desnuda. Con base en una trayectoria destacada, ha obtenido premios significativos. Sus cuentos y poemas figuran en importantes antologías y han sido publicados por revistas y suplementos culturales de diversos países. Su obra ha sido traducida a varios idiomas. Su siguiente proyecto literario es publicar su libro de cuentos y un poemario dedicado a su padre. Actualmente vive en Santo Domingo, sin perder la esperanza de volver a radicar en su ciudad natal, Santiago de los Caballeros, lugar donde ha disfrutado un poco la felicidad.

Por mucho tiempo he leído a Rosa Silverio. Cada vez que la leo, me causa un terremoto interior. Me vuelve a conmover con su libro Rosa íntima, que consta de 38 poemas, dedicados a la intimidad del ser, a la intimidad con la vida y con la misma muerte. Son versos que al leerlos nos convertimos en sus dueños. Lo que uno fue, lo que uno es, se transforma en poesía. Rosa Silverio nos regala su intimidad, y yo, junto a ella, también declaro: Cerraré los ojos y me reconoceré en el silencio.

Siempre pienso en Rosa Silverio, deseando saber como esa chica, mi amiga, nace, vive, muere, resucita, rejuvenece y se transforma en la Rosa íntima. Es por eso que le pregunto y ella me responde con el corazón.

Tercer poemario, es la tercera hija, ¿qué contemplas en esta hija? ¿Fue su parto con dolor cómo las otras? ¿Es la consentida?

Rosa íntima es la tercera etapa de un viaje al interior de mí misma, de esta zambullida en la búsqueda de mi propio canto. Su parto fue tan emotivo como el de los dos libros anteriores. No suelo consentir mucho mis poemarios porque aferrarme a ellos me impide crecer y continuar explorando diversas rutas literarias, pero si vamos a hablar de significaciones y cercanías creo que el poemario que más me importa es el que le escribí a mi padre fallecido y que todavía está inédito.

¿Qué pasa en el cuerpo –el de los huesos, el del corazón, el del alma- de Rosa Silverio cuando escribe poesía?

En los últimos tiempos no suelo escribir inmediatamente me llega la emoción o la idea, sino que dejo que todo repose en el imaginario y luego me siento a trabajar recurriendo a la evocación. Me agrada mucho este método porque en mi caso no pierdo en aliento y espontaneidad, y gano en meditación y en profundidad. Cuando escribo dejo que las cosas fluyan con naturalidad porque el poema no puede ser cosa forzada, pero me gusta poder mirar la idea desde distintos ángulos, sin apasionamiento excesivo, intentando aprehender con propiedad y fuerza cada palabra. Lo que sí nunca sacrifico es la autenticidad y la honestidad, asuntos que son para mí de un valor capital porque no quiero que nada escrito por mí sea fingido, y por supuesto que yo, como cualquier otro escritor, deseo que mi obra sea lo más parecida a mí, lo más original posible.

Lo que escribes es lo que vives personalmente o tomas los detalles de la cotidianidad ¿o combinas ambas cuestiones para convertirlas en poesía?

Yo escribo de lo que imagino, de lo que percibo a través de los sentidos, de lo que vivo, de lo que han vivido otras personas y de lo que intuyo. Mis poemas no siempre hablan de mí, no siempre reflejan una vivencia o un comportamiento personal, pero sí que hay cosas mías en todo lo que escribo. Por lo general siempre se encuentran pinceladas autobiográficas en la obra de todo autor, y yo no soy la excepción. Si lees mis tres poemarios publicados sentirás que los textos que aparecen compilados en estos te remiten a una esfera personal, al microcosmos de su autora, pero al mismo tiempo dejo la ventana abierta para que cualquier lector sienta esos versos como suyos.

¿Qué deseas lograr con tus poemas?

Si pienso sólo en mí, lo único que quiero es que la poesía nunca me abandone. Si pienso en los lectores, lo que me gustaría, y es un asunto que tomará tiempo, es que mi poesía cuaje hasta el punto en que pueda sentir que he construido un pensamiento, una especie de ventana a la que el lector podrá asomarse y desde la cual podrá contemplar el mundo, y observar las cosas como yo las observo, sentirlas como yo las siento, e incluso hasta descubrirlas a través de mi mirada. Aunque la literatura no puede cambiar el mundo, siempre he creído que sí puede cambiar la visión de aquellos que leen, que puede sensibilizar o hacer concientes sobre una realidad o un asunto en particular a quienes estén en contacto con las letras. Si un día mi poesía logra conmover hasta el punto de que algunos sean más sensibles ante los dolores, las angustias, las injusticias y las soledades del mundo, entonces me sentiré satisfecha. Si un día mi poesía le devuelve la ilusión, la alegría y las ganas de luchar a unos cuantos, seré feliz.

Hace dos años, me comentaste que “la tristeza es una materia prima riquísima a la hora de escribir poesía”, ¿sigues pensando lo mismo? ¿Sigue siendo tu compañera a la hora de crear?

Por supuesto. Aunque soy una mujer vital, no me he librado de los golpes, de la pérdida, de la angustia, del vacío. Tampoco he sido indiferente ante toda la barbarie que ocurre en el mundo, en especial en República Dominicana, un país azotado por la corrupción, el hambre y la injusticia. Todo eso me ha marcado de tal manera que a la hora de escribir esas vivencias se traducen en tristeza o en alguna emoción parecida.

¿Podrías contarme cuál es tu ritual para escribir tus poemas? Es decir, cualquier hora, lugar, libreta o computadora, con música o silencio, etc.

No soy mujer de rituales, pero sí te puedo contar algunas cosas. No suelo escribir a mano. Muy raro. Escribo en el ordenador, pero siempre ando con un bloc de notas por si se me ocurre una idea y temo que mi memoria no pueda retenerla. Escribo a cualquier hora, pero últimamente en las tardes y en las noches. Prefiero el silencio y la soledad. Cualquier otra cosa puede ser una distracción y necesito de concentración absoluta para alcanzar cierto nivel de profundidad. Sin embargo, puedo escribir bajo cualquier circunstancia: con un televisor encendido, con música de fondo, con gente gritando o el teléfono sonando. Si quiero escribir, nada me detendrá.

¿Cuáles son tus poetas favoritos?

La verdad es que leo de todo: desde filosofía, sociología, historia, ficción, revistas, la prensa, hasta la información que traen los productos que compramos en el supermercado. Ahora estoy leyendo mucha narrativa. Pero si de poetas se trata puedo citarte algunos que me han llegado mucho y cuya obra he estudiado con detenimiento: Fernando Pessoa, Dulce María Loynaz, Wislawa Szymborska, César Vallejo, Sylvia Plath, John Keats, Jeannette Miller, Franklin Mieses Burgos, Jorge Luis Borges, Charles Baudelaire, Dámaso Alonso, Rainer Maria Rilke y Walt Whitman. Si te fijas son autores totalmente distintos, pero cada uno tiene algo que me resulta interesante y que conecta muy bien con mi sensibilidad.

¿Concibes la vida sin poesía? ¿Podrías sobrevivir sin ella? ¿Crees que el mundo estaría mejor si nos alimentáramos de poesía?

No concibo mi vida sin la poesía, sin la escritura. Yo nací para escribir. Quizás no lo haga muy bien o nunca llegue a ser una gran autora. Pero eso no debe ser una preocupación para mí. Lo que de verdad debe importarme es vivir cada día sin perder esta comunión que tengo con la literatura.

En mi caso dejar de escribir es lo mismo que dejar de respirar. Es como sacar a un pez del agua y dejarlo sobre el pavimento caliente. Por eso no creo que pueda sobrevivir sin la poesía. Ahora bien, los seres humanos somos tan extraños y a veces tan impredecibles, reaccionamos de forma tan rara en ocasiones, que puede que si me quitaran la poesía, yo siguiera viviendo mi vida igual que siempre, quizás con otro vacío más, a lo mejor más grande que cualquier otro, pero no me quedaría otra opción que seguir viviendo y refugiarme en otras cosas. O sí, hay otra opción, la de disponer de mi vida como mejor me parezca, aunque la sociedad no comprende que pueda haber alguien que entienda que la vida, su único bien inalienable, no debe ser una obligación, sino una elección.