Van en la tarde quieta la anciana y la pequeña
al cine cotidiano con que la niña sueña.
Hay películas cómicas de burla contagiosa
y largas cintas hondas de convulso ademán;
y conmueve la niña todo su cuerpo rosa
mientras lloran dos ojos que ya poco verán.
¡Oh, la anciana que tuvo un exclusivo amor
en los brazos sin mancha y abiertos del Señor!
De pronto, en una escena, hay erótico exceso,
y en las secas mejillas un púdico rubor,
porque la niña gusta de que se den un beso,
y ella se signa y dice: “¡Perdónanos, Señor!”
Salvador Novo
7 comentarios:
me gustas cuando vas al cine.
y cuando regresas desde esa oscuridad.
Y qué les va a perdonar el amor? cuando para eso hemos nacido? Precioso poema. Un saludo!
Ah, que delicia...
Delicioso el poema y delicioso el mordisco del tipo a la mujer...
Delicioso todo...
Un abrazo, Clarice
Delicioso poema. Retrata una escena que yo aún conocí y que, seguramente no conocerán nuestras nietas, pues difícilmente nos ruborizaremos ante un beso en la pantalla. Besos, querida amiga.
Acabamos de venir de ver "La cinta blanca". Te lo escribo porque sé de tu afición. Me gustó mucho, a pesar de ser terrible.
Puertas que se abren y se cierran, que comunican unos secretos con otros, campos de trigo que se mecen a pesar del dolor y las sombras.
Un abrazo de domingo sereno
¡Oh, Novo! y su conservadurismo.
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