jueves, julio 01, 2010

El monólogo de una ladrona de libros

Foto: Graciela Barrera

Con frecuencia visito las librerías. Algunas veces compro y otras veces la cartera se niega rotundamente. Pero ya superé esa sensación de frustración cuando uno sale de la librería prácticamente sin nada. Salgo contenta con los nuevos títulos que me esperarán en el futuro.

Hace unos días, en una tienda de la plaza comercial compré dos libros: “De qué hablo cuando hablo de correr” de Huraki Murakami y “Miles Davis, la biografía definitiva” de Ian Carr. Después de pagarlos, observé a la gente y, de repente, me llegó un mal pensamiento: ¿qué pasaría si me robara un libro o dos o tres? ¿Se darían cuenta?

Vaya locura de pensamiento que provocó el siguiente monólogo:

¡Quiero ser una ladrona de libros! Robaré uno. Pero ¿y si me ven?
Ya me imagino detenida por la policía. Ya me imagino en la nota roja del periódico. Ya me imagino el escándalo. ¡Todo por robarme un libro!
Seguramente mis amigos estarían avergonzados de mí por ser una ladrona.
Quizá no pagarían la fianza y me dejarían en la cárcel. ¡Y sin libros!
Pediría un libro y leería en voz alta, para que algunas presas me escuchen.

Al caminar por el patio, recordé mi pasado cuando viajé con un grupo, realizando labor social por muchas ciudades del país. Visitamos las cárceles y no recuerdo haber visto una biblioteca. Me doy cuenta que en el lugar que estoy tampoco la tiene. Se me ocurre que podría llevar a cabo el proyecto de formar una. Por supuesto, en una celda. Algunas de las presas, ya están presas bajo el deleite de escuchar la lectura diariamente. Así que no estoy sola en esta locura.

¿Y cómo lograrlo?
A todos los familiares de los presos, les pediríamos un libro de regalo. Eso si, sería exigente con los autores. Nombraría un celador de libros, para que no entre ningún ladrón.

Lo más seguro, es que le escribiría una carta al dueño de la librería, al que le robé el libro y le contaría del proyecto. Supongo que el dueño aceptaría con gusto donar libros. Me queda claro que por mi proyecto, no va a querer quitarme el castigo. No importa, si fui una ladrona de libros, debo pagar con otros libros.

También, buscaría la forma en que los escritores nos visiten y nos hablen de sus libros. ¡Oh! Qué linda fiesta habría en la cárcel. Los escritores con nosotros. Estoy segura que cuando los presos salgan (salgamos) nuevamente a la vida, seremos completamente libres. La libertad nos la otorgó el libro. Y los muchos libros.

Cuando me toque el turno de salir, es probable que regrese a pedir trabajo en la cárcel, para encargarme de la biblioteca.

Quizá la sociedad no crea mucho en los ex-presos y no será fácil que encuentren trabajo. Entonces, hablaría con todos los dueños de las librerías, porque para ese tiempo, la biblioteca habría crecido. Les pediría que les den trabajo a los ex-presos. Mi propuesta sería: que sean vendedores de libros. De puerta en puerta. ¿A poco no sería genial? ¡Vendedores de libros!

Obvio, no tardaría en llegar un escritor o un director de cine para contar la historia. Aceptaría con gusto, pero sería exigente con el guionista, con el director, con el escritor, con el fotógrafo, con el músico. Con todos. En mi cláusula iría que no olviden el ejemplo (entre otros) de mi Caetano Veloso, cuando estuvo preso y leía libros en la cárcel. O de algún escritor, que antes de serlo, vendía libros de casa en casa.

Lo importante es que se le daría publicidad a la biblioteca de la cárcel. Quizá se lograría que todos empezaran a donar o a leer. Pero también es probable, que alguna autoridad se oponga a que ciertos libros por su ideología, no ingresen a la cárcel.

Mi camino se enderezó por el bien de la comunidad. La cárcel fue la primera de la ciudad que disfrutó de una biblioteca y sirvió de ejemplo para que el resto las tuviera.

A la fecha, la biblioteca sigue creciendo y ningún preso se salva de ser preso de un libro.

20 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Graciela, me apunto a tu proyecto.
Que bonito relato y me has recordado el título que tengo pendioengte por leer: "LA LADRONA DE LIBROS"
http://www.casadellibro.com/libro-la-ladrona-de-libros/1150380/2900001195684
Tengo el libro comprado y es uno de los proximos que toca leer, ya veré si tiene algo que ver con lo que tú nos narras, jejeje.
Eres fantástica.

Besicos muchos.

Isabel Mercadé dijo...

A mí también me ha encantado esa divagación, esa actualización del cuento de la lechera, sin cántaro que se rompa.
Un gran abrazo, Graciela.

Maik Pimienta dijo...

Preciosa carcel Graciela, no apetece salir. Me gusta la idea, para desarrollarla. Besos.

Alejandra dijo...

Uy excelente proyecto ese... realmente nunca he visitado una carcel, así que no sé si exista o no biblioteca, pero no estaría mal averiguarlo. Y poder darles otra mirada, otros pasos, otra libertad a las personas.
Buena Idea amiga graciela, muy buena.

Isabel Barceló Chico dijo...

Querida amiga, has hecho una edición moderna del cuento de la lechera... ¿Sabes que en mis fantasías juveniles también pensaba que me cogían presa y allí en la cárcel leería y escribiría libros sin fin? Veo ahora que era muy poco original... Aquí, en Valencia, hay biblioteca en la prisión. Y este año pasado han hecho un taller de poesía y con una selección de poemas han publicado un libro. El alma de ese proyecto y director del taller se llama Abelardo Martínez, poeta y buen amigo. Asistí a la presentación de ese libro y fue muy bonito escuchar a uno de los autores y también ver la felicidad de sus familiares, tan orgullosos de lo que habían conseguido.
Un abrazo, querida amiga.

Marcela dijo...

Es un proyecto muy interesante. Porque, honestamente, ¿puede una vida reformarse sin libros? Considerando que es imposible educarse sin libros, ¿cuántos crímenes podrían impedirse solamente dándole a la gente la posibilidad de leer un libro? ¿O de cambiar de vida solo por tener acceso a libros?
Quizás ponga demasiadas expectativas en ellos, pero... por más mínima que fuera la posibilidad, yo se la daría.
No sé si hay bibliotecas en las cárceles de Argentina, ojalá las haya!
Besos.
(Y cuando no tengo dinero encima, también pienso en robar libros, hasta ahora, me he contenido y me consuelo descargando algunos de internet)

JOSÉ ROMERO dijo...

llevo mano en el guión y la dirección de la película. saludos

Anónimo dijo...

Me he de unir!! QUIERO SER LADRONA DE LIBROS!!!
ELY

Diana Laura dijo...

Hace unos meses, ví en televisión un reportaje a una actriz argentina que confesó, ante su biblioteca abarrotada de libros, que muchos de ellos eran robados, y otros prestados pero que nunca los devolvería...
Tu narración me la trajo al presente...
Creo que todos, alguna vez, hemos sentido la tentación de sustraer alguno sin pasar por la caja de pagos...

Tal vez me surja la generosidad bibliográfica y te regale alguno para la biblioteca de tu cárcel...
;)

MaLena Ezcurra dijo...

No hay nada como robar libros para llenar de imágenes los ojos de los otros.


Te quiero mi Clarice.


M.

Kety dijo...

Si hay que declarar, cuenta conmigo.
¿Qué seríamos sin libros?...

Un fuerte abrazo

Isabel Gil Jiménez dijo...

Un relato precioso.

Miguel Sanfeliu dijo...

Se hizo grande la fantasía. Una cosa llevó a otra y nació un relato, una fábula con el amor por los libros como trasfondo. Me gustó especialmente la frase final: "Ningún preso se salva de ser preso de un libro".
Un abrazo.

virgi dijo...

Mejor no te metas en eso, que yo tengo una experiencia nada buena.
Aunque yo entro en una librería y me entra un desconsuelo!!!
¡Qué bonito lo que cuentas, te felicito, querida Clarice!

Muchos besos

Mª Jesús Lamora dijo...

Murakami es uno de mis escritores favoritos.
Un abrazo desde otros lugares.

Mateo Bellido dijo...

Saludos, Graciela.
Uffff!!!! qué relato tan sorprendente. Si fuera así y todos los que nos apasiona leer robáramos libros, las cárceles se vaciarían de presos comunes para llenarlas de amantes lectores...eso no tendría sentido y se clausurarían los penales...la lectura abría podido con las represiones policiales y el mundo sería un lugar más habitable.
Demasiada utopía, no?
Un abrazo

I. Robledo dijo...

En aquellos tiempos uno, cuando entraba en una libreria, compraba cualquier libro "que se moviera..."

Muchos años despues, las estanterias de nuestras librerias se fueron curvando peligrosamente... Sobrepeso, indico el doctor... Enfermedad grave...

Hubo que aligerar la carga, y (que nadie se entere) incluso tiramos algunos libros a la basura... Se trataba de libros peligrosos, que tras arruinar la libreria creo que iban ya directamente a por nosotros. Si, esos libros que las gentes compran en las rebajas de los grandes almacenes y que luego nunca lee...

Por esos tiempos, como penitencia por tirar esos libros a la basura, me obligue a visitar con periodicidad espartana la Biblioteca Central (que por cierto, cae lejisimos de mi casa).

Los resultados fueron notables: las estanterias de casa recobraron la salud y a mi, con los largos paseos a la biblioteca, me bajo ese ratio maldito que vincula la presencia de colesterol en nuestros fluidos...

Ah, si final feliz, amiga...

Unknown dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Laura Diaz dijo...

Mi querida Graciela:

acepto que robes libros de las librerías, pero olvídate de quedarte con libros de otros, ok?

Detesto que me pidan libros prestados y que cuando se los reclamo tres meses después se hagan los distraídos o se enfaden porque les recuerdo que están en la lista roja!

Siempre te leo, si no hago comentarios acá es porque estoy de viaje desde hace muchos meses....Ahora, desde Ciudad del Cabo, un besote bien celeste (arriba Uruguay)

larcò dijo...

http://cordovero.blogspot.com/2010/05/evadere.html