domingo, julio 31, 2011

Julio

Foto: Graciela Barrera

El séptimo mes del año fue un conjunto de ruidos de toda índole. Tuve que poner todo mi esfuerzo para tolerar y vivir entre el ruido. Entre esos ruidos, aprendí a buscar mi propio silencio. Sobreviví sin quedar en ruinas. El ruido me enseñó que el canto del pájaro es más poderoso que cualquier golpe. Y cuando volvió la paz anhelada, me quedé con un pequeño ruido interior. Quizá, para que no olvide que ciertos sacrificios, valen la pena.

Sin embargo, me dolió quedarme sin amaneceres escritos. No quise mancharlos de ruidos. Pude colorearlos cada día e imaginar sonidos nuevos. Entonces, en voz bajita, se los expresaba a mi perro mientras disfrutaba de abrir las ventanas.

Julio se llevó mi enorme árbol. Moría lentamente. Era necesario cortar su cuerpo. No más enfermedad. Me despedí de él. Lo abracé fuertemente y le agradecí todo lo que me dio. Ese árbol me regaló muchas hojas para que no dejara de contarle historias. Su raíz se quedó en la palma de mis manos. Para que florezca o sea un tronco fuerte. ¿Por qué deben morir los árboles? No. No soporté al hombre que poco a poco, desenredaba sus ramas y hería su cuerpo. Lloré por todos esos nidos que nunca más volvería a ver. ¿A dónde irían los pájaros? Y recordé la cita bíblica. Ellos siguen en los otros árboles de mi jardín. Ofreciéndome conciertos y dejándome el sueño de sus alas.

La lluvia continuó incansable que se transformó en una lluvia roja. La sangre no ha parado en las ciudades. El miedo se mezcla con la impotencia. Las malas noticias es lo que derraman los vasos quebrados. El grito de justicia no terminará. Misericordia es lo que exclamo.

El verano ofrece encuentros con amigos alrededor de una mesa, para celebrar la vida mientras se espera el amanecer. Regala un pay de fresas y se le canta a la mejor amiga. La felicidad se guarda en un día.

Las cartas vuelan en la boca de una paloma. Miro mi mapa y recuerdo que la distancia no es pretexto para que dos mujeres se unan y hablen por teléfono sin mirar el reloj.

Julio me dio tierra nueva para tener la certeza que daré fruto. Y de mis manos, comerá la perseverante hormiga.

En el muro de la brevedad, la escritura me salvó.

Bienvenido seas mi buen agosto.


5 comentarios:

Tana dijo...

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Esta carta a corazón abierto me ha dejado sin palabras. Graciela tu sincerida me ha emocionado, ¡es tan sentido todo lo que ecribes y a la vez tan esperanzador!
¡Que sea bien venido agosto y te deje y nos deje todo lo que deseas para los tuyos y para el resto del mundo.
Besicos muchos guapa.

Anónimo dijo...

Gracias por siempre sabernos recibir a otro mes, que su árbol tenga otro propósito, volver ala tierra lo que de ella es nunca es tan malo, a menudo sólo trae otras creaciones con una hermosura si no igual, semejante!!

es usted una de mis escritoras preferidas....Un saludo desde mi Querètaro ....K

marichuy dijo...

Me gusta cómo despides, y agradeces, cada mes que pasa. A veces vivimos tan de prisa, que ni siquiera apreciamos las pequeñas cosas que cada día, cada minuto, nos brindan. Julio con sus lluvias torrenciales, cielos plomizos y vientos frescos, me gustó mucho.

Un beso

Paloma Zubieta López dijo...

Con un mes de retraso pero llego al fin, para decir adiós al árbol con todo mi cariño, ahora que los ruidos callaron. Gracias por la lluvia, los mapas y los muros que nos salvan con su escritura, dejo un beso muy grande.