Foto: Adriana Campuzano |
Desde hace mucho, en los últimos días del año, tengo la tradición de ver “Qué bello es vivir” de Frank Capra. La miro como si fuera la primera vez y lloro como la primera vez. Es una película que me ofrece esperanza. En esta ocasión, Clarence Oddbody me devolvió las alas, aunque sigo siendo un ángel de segunda clase. Y sonreí ante la sabia pregunta que le realizaron a George Bailey: “¿Por qué no la besas en lugar de aburrirla con tu charla?”.
Sueño todas las noches. Sin buscarlo y sin desearlo. Todos los sueños son bonitos y los vivo hasta que los pájaros del jardín me despiertan. Y despierto y no sé cómo desprenderme del sueño. Parecieran reales, pero son tan locos, tiernos y sorprendentes. Intento sacudirlos y quitármelos de encima. La realidad me espera y no puedo vestirme de los sueños. Yo lo que quiero es llegar cada noche a mi cama y encontrarme con una almohada sosiega. Quiero dormir profundamente, levantarme al otro día y declarar feliz: no tuve sueños.
Con dolor, subí las escaleras para visitar al traumatólogo. Me pregunté: ¿Acaso el médico cree que sus pacientes tienen alas? Con dolor, bajé las escaleras después de conocer el diagnóstico. Los pies también tienen alma.
Nunca sufrió tanto al mirar el reloj: el tiempo lo tiene medido para caminar. No puede excederse. Y menos correr. Observa detenidamente a todos los caminantes y recuerda que sus piernas se han doblegado ante los sueños lejanos.
Con frecuencia, los amigos llegan a casa sin invitación. Se reúnen sin agenda. Abren las botellas de vino, cocinan, conversan, recuerdan, ríen. Se pasean entre libros, miran videos y cantan. Unos van al jardín a buscar las ardillas o a detenerse ante la tumba del perro que se extraña y se necesita. Otros, amanecen recitando poemas. Mientras una de ellas, abre su cuaderno y escribe los instantes.
Me suceden cosas extrañas. Seguramente siempre han ocurrido, pero quizá últimamente he puesto más atención. Por ejemplo: pienso en una palabra y en un par de horas, alguien la menciona. Pienso en algunos conceptos y de repente, otro alguien, llega a conversarme sobre ese concepto. O alguien me cuenta de una cosa y al otro día, llega otro a decirme lo mismo. O estoy a punto de escribir un pensamiento y alguien llega en ese justo momento a escribirlo. Nimiedades que se convierten en coincidencias.
La jaula de 29 pájaros que me dieron a cuidar, finalmente pude abrirles la puerta. Aprendieron a volar. Algunos traen sus alas muy rotas, pero la mayoría, se les nota su colorido. Ellos, muy orgullosos abren la puerta y me dicen: “Espérenos. No se vaya, la queremos en nuestra jaula”. Inmediatamente llegó el pájaro mayor y me informó: “Le avisamos que vendrán muchísimos pájaros a su encuentro, prepare su alpiste y de su mano, enséñelos a volar”.
El encanto de recibir regalos inesperados de las personas inesperadas.
Una chica llamada Zaira, con timidez me pidió mi dirección. Nunca me ha visto. Pero me ha conocido a través de mi alfabeto, es por eso, que me envió una pintura realizada por ella y una carta. La pintura es un paisaje con una bicicleta. ¿Qué se hace ante esto? Sigo con la emoción contenida.
Un día mostré mi nuevo calendario y dije que todavía no encontraba uno de bicicletas. Adriana Campuzano, al enterarse de mi deseo, decidió regalarme un calendario personalizado con sus fotografías de bicicletas. La pared rueda de felicidad.
Y luego, llegaron los amigos Enrique y Cipriano y me dieron regalos alusivos con bicicletas. Mi emoción se convirtió en un grito.
Qué bien se siente ser querida cuando no se espera nada.
Mucha gente llega a los aeropuertos y pierden sus vuelos por muchas razones. Pero a mí en lo personal, me pareció maravilloso saber que a mi querido amigo Iguarán, perdió su vuelo por estar concentrado con el libro “El último encuentro” de Sándor Márai. Era el primer libro que leía del autor y, Cipriano, que llegó con muchísima anticipación al aeropuerto, se dedicó a leer y leer y en un parpadeo, el avión ya iba rumbo a un puerto. Yo lo esperé como cada año. Porque solo una vez al año puedo abrazarlo. Y un día después, llegó y me contó que estaba un poco molesto por su distracción. Lo que hice fue aplaudir su distracción. ¿Qué mejor manera de volar cuando un libro nos atrapa? Y entre las largas horas de conversación, nos embriagamos de literatura y con sus ojos verdes, me contagió a mirar los ojos de la traducción.
A veces, me gusta entrar al cine sin saber de qué se trata la película. Entro asumiendo los resultados y me carcajeo para no hacer corajes si me encuentro con decepciones. El pasado 31 de diciembre fui al cine. El título “Un pedacito de cielo” me llamó la atención. Y si la película es buena o mala, no lo diré. Simplemente, ese ‘pedacito de cielo’ me hizo desear buscar al mejor organizador para mi funeral.
8 comentarios:
No te puedes imaginar con cuántos de tus párrafos me identifico, como si los hubiera escrito yo misma: coincidencias, sueños, cine imprevisible... esta noche mis sueños fueron interrumpidos por un mosquito, ¡en pleno invierno!, pero es que estamos teniendo un invierno demasiado seco y templado.
besos
El mosquito el insecto mas molestoso especialmente cuando dormis y entra en tu oido ya no podes sacarte de la mente los sueños todo se va
Yo soy de las que buscan una tumba en tu jardín y recuerda a su ocupante y lo añora.
Un abrazo muy fuerte, querida Clarice, y que el nuevo año se lleve la melancolía y te deje mucha alegría.
¡Que bonitas son tus reflexiones, las conversaciones que tienes contigo misma, pero lo que más se te agradece, es que los compartas!
Besicos muchos ciclista soñadora.
Guauu qué buen escrito!!! hace mucho que no te visito, me cuestiono todo lo que me perdí...trataré de ponerme al día.
Un abrazo
Graciela muchas gracias por pasarte por mi blog. Aunque te deletreo poco siempre te leo con interés y afecto. Y un muy feliz año.
Los pájaros y las bicicletas tienen mucho en común: unos vuelan y otras nos hacen casi volar.
Yo tampoco me enfadaría con ese amigo, ¡qué maravilla un retraso por estar leyendo! Y además a SM, caballero que hipnotiza (que lea también La herencia de Eszter).
Besos, Clarice, ¿ya viste Drive?
Con frecuencia los amigos... me quedo con ese párrafo y las alas que te da ver Que bello que es vivir, de Frank Capra. Un beso grande y añil.
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