Foto: Graciela Barrera |
Ponerle el separador al libro es dejar una llamada en
espera.
Lo que más extraño al leer libros digitales es mi
separador.
No sé todavía el
origen de cómo surgieron los separadores. Ni tampoco recuerdo cómo se inició mi
gusto por ellos, pero quiero creer que empezó cuando me dolía doblar las hojas
de los libros, pensaba que era un moretón o un pellizco o una falta de respeto
a su cuerpo de hojas. Así que empecé a usar los boletos de los camiones o las
hojitas de los árboles y, con el tiempo, descubrí los separadores en las
librerías. Y después, al asistir a las exposiciones pictóricas, en la tienda de
souvenirs siempre había separadores. Comprarlos o recibirlos de regalo,
me provocaba una gran alegría. Llegaba a casa y buscaba a los nuevos libros que
me esperaban para adentrarme en sus historias. A cada libro le entregaba un
separador mientras yo llegaba a su destino para leerlo. Pensaba que era la
forma en que ellos estarían acompañados y a veces me imaginaba su charla entre
letras.
Con frecuencia
paseo entre mis libreros y elijo libros al azar. Ahí me encuentro con
separadores que se quedaron atrapados entre los libros que no terminé,
seguramente no me gustaron, pero, de alguna manera, volver a abrirlos es
la oportunidad para darles una segunda mirada. También veo separadores que
están hasta el final del libro, como un indicador de que permanecerán juntos.
También observo que tengo pocos libros que traen esos lindos listones rojos.
Hace poco abrí
mi cajón de recuerdos y vi una pequeña bolsa, la abrí y ahí estaban muchísimos
separadores. Sí, me volví una coleccionista. Empecé a verlos y la memoria me
trajo algunos detalles. Por ejemplo, hay uno en especial que aprecio y me gusta
mucho, solo porque viajó desde Japón. Y también están aquellos que diseñaron
con mis propias letras y fotografías para regalarlos en un cumpleaños que me
festejaron. Fue una sorpresa.
Seguí mirándolos
todos. Viendo sus diseños, colores, tamaños, originalidad. Creo que ya es hora
de dejarlos volar y entregárselos a otros ojos y quedarme con unos pocos. Y fue
cuando decidí que llegó el final de todas mis colecciones.
¿Separador? Aún
pienso en su nombre. ¿Me separa o me une?
Quizá por eso
sea uno de los motivos que no me acostumbro a leer los libros digitales, ¿dónde
estaría mi separador? Prefiero los libros impresos, en los que siempre habrá
una llamada en espera: un separador.
11 comentarios:
A mí también me gustan los separadores y los libros impresos. Me gusta como huelen y su tacto. Leer de manera digital es algo que nos aproxima, pero no hay nada como las letras impresas.
Me alegra volver a leerte, siempre das en el blanco.
Besicos muchos.
Y por aquí les decimos marcadores. Tal vez sea más poético lo de separar.
Sí, creo que sí.
Besos, Clarice.
Qué homenaje tan particular y emotivo a un objeto servicial, que realiza su trabajo con elegancia y discreción, y sin el cual, por muy apartado que esté del rango aristocrático que ocupa el libro cuyas hojas “separa”, nuestra lectura estaría como perdida. Si alguna vez hicieran una película sobre un separador, nadie lo interpretaría mejor que Anthony Hopkins, el perfecto mayordomo.
Un abrazo grande.
Hola Gabriela.
Me he permitido nombrarte en mi última entrada, ya me dirás qué te parece. Un beso
También a mí me gustan los separadores, clarice, y rara vez voy a algún museo, algún lugar especial en el que no me compre alguno de esas pinturas maravillosas, esos paisajes o esos personajes tan sujerentes. Pero me pasa como a tí, que luego se van quedando aquí y allá y no encuentro ninguno cuando lo necesito. Parecen tener vida - y gustos - propios. ¡Que sean felices entre las letras!
Un abrazo muy fuerte, querida amiga.
Yo tengo muchos libros con separadores, lecturas que dejé para volver a ellas con más fuerza, o pasajes que me encandilan y leo de vez en cuando. Normalmente uso lo que tengo a mano para separar, a veces incluso uso varios separadores para el mismo libro. En fin, que yo tampoco soy de e-book por eso mismo (bueno, y supongo que por alguna cosa más).
Un saludo.
Perdón, Graciela, por haber puesto mal el nombre.
También me ocurre con una amiga y eso que mi hermana se llama como tú.
Un beso
Yo también uso los separadores, uno para cada libro, y los veo como un reto. Muchos de los libros tienen el separador unas pocas páginas antes del final, donde los dejé la última vez antes de terminar el libro. Otros está a la mitad del libro, recordándome el reto pendiente de terminar de leer. Otros quedaron al comienzo. Son los libros que dejé de leer.
cuánta razón!
Para mí no hay nada como las letras impresas. El olor y del papel, del libro y de los separadores. Todo ello forma parte "del mismo halo".
Besos!
Tus separadores te unen a los libros. A mí también me cuestan los libros digitales. Sobre todo porque me encanta el tacto del papel y porque me gusta plegar el pico superior de los libros cuando algo de lo que leo me gusta. Cuantos más plieguecitos tiene un libro, más me ha gustado. Así, cuando releo un libro de poemas... vuelvo a los pliegues, vuelvo a la emoción y, a veces, hago nuevos pliegues porque siento nuevas emociones. No uso separador, aunque me gustan los separadores, sino esos pliegues que para mí son como pellizquitos de amor.
Un abrazo grande, Graciela.
Todas las colecciones tienen un final...verdad?...con el buen gusto que te caracteriza seguro que era una colección chulísima...
Un besotote Reina mora :)
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