lunes, marzo 31, 2014

Las palabras son mis ojos



Hace nueve años estaba leyendo unos poemas de Octavio Paz y, cuando leí su declaración, No veo con los ojos: las palabras son mis ojos, quedé en un estado de mucho silencio. Como queriendo digerir lentamente sus palabras. Y me provocaron tanto, que la voz del poeta era un eco constante mientras caminaba y miraba. Fue  cuando decidí que así nombraría a mi blog. En esos días estaba por abrirlo y quería saber cómo era contarme la vida a través de mi alfabeto. Al título quise añadirle otra de sus líneas del poema Hermandad: También soy escritura y en este mismo instante alguien me deletrea. Las palabras de Octavio Paz se transformaron en un símbolo en mi vida. Me sentía identificada. Entre tantos escritores y mi devoción por Clarice Lispector, deseaba que este blog llevara el título de un poeta mexicano. Y, a la fecha, no me arrepiento. Sé que me falta leer más de su obra, pero cuando leo su prosa, siempre pienso que es la primera vez y me agrada ese sentir. Nunca me imaginé que a la vuelta de los años conocería al poeta Aurelio Asiain, quien fue muy cercano a Octavio Paz. El destino me tenía marcado que tendría ese privilegio sin buscarlo y esperarlo. Dos veces he compartido el pan con él y Monserrat, su compañera de vida. Las dos experiencias con ellos han sido gratificantes e inolvidables. No me atreví preguntarle a Aurelio por el poeta. Quizá por mi timidez o simplemente porque hablamos de otras cosas, pero me he conformado con lo que le he escuchado en otros medios. Y eso no importa; importa el destino que junta a las personas para tocarlas y seguir viviendo con el recuerdo. Y no olvidar que tocar un árbol, es sentir que en cada una de sus hojas hay Paz.


4 comentarios:

LA CASA ENCENDIDA dijo...

¡Qué bonito es todo lo que escribes y hoy, no podía ser menos!!
¿Sabes?, mi blog también tiene nombre del título de un libro del poeta Luís Rosales y la parte final:
Al día siguiente,
-hoy-
al llegar a mi casa -Altamirano, 34- era de noche,
y quién te cuida, ¿dime?; no llovía;
el cielo estaba limpio;
-«Buenas noches, don Luis» -dice el sereno,
y al mirar hacia arriba,
vi iluminadas, obradoras, radiantes, estelares,
las ventanas,
-sí, todas las ventanas-;
Gracias, Señor, la casa está encendida.
LUÍS ROSALES.
Bonito recuerdo el tuyo Graciela, me ha encantado.
Besicos muchos.

Argénida Romero dijo...

Tienes unas maneras de contar esas alas que te reposan en la cabeza. Me enamoras.

Las letras, esas caprichosas.

virgi dijo...

Una hermosura que no me atrevo ni a comentar.
Un beso enorme.

I. Robledo dijo...

Un abrazo, amiga...