La voz y los versos convertidos en canto de nuestro amado Joan Manuel Serrat han llegado a nuestro país. Los corazones palpitan y llegan los recuerdos almacenados por el mismo invierno, él tiene la razón cuando nos canta que “los recuerdos se amoldan a nuestro viento y se amañan a nuestro acomodo según nos convenga”. ¿Quién no ha escuchado a Serrat? Muchos han crecido a su lado, otros lo han escuchado por la influencia de los padres y algunos quizá ni les guste.
Sin embargo, Serrat es todo un personaje dentro de la historia musical, un español que ha dejado huellas con sus letras. El nos cuenta nuestra propia historia en sus canciones, ningún tema cotidiano ni mínimo detalle se le pasa. Canta para el mundo, de todo y para todos, desde musicalizar las letras de Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti hasta convertir sus propios versos en notas musicales.
Serrat es para escucharlo en compañía o en la misma soledad, no importa si es en el idioma catalán o español, es simplemente escucharlo. Hay que estar sosegadamente, en la plenitud de la luna arañada por el mar, con la piel de manzana, con el nombre que nos guste y nos sepa a hierba, con la paloma de la libertad. Quizá los búhos y las luciérnagas serán testigos de que Serrat existe en nuestros labios susurrando sus versos, en las veladas entre el vino y los libros poéticos, todos los discos son abiertos, desde el formato long play hasta los compactos y en conjunto entonamos la canción favorita.
¿Quién no ha amado, sonreído, madurado, llorado, reflexionado con sus canciones? Hemos sonreído como padres cuando escuchamos “Esos locos bajitos”. Muchas mujeres alguna vez nos hemos sentido “Penélope”, Afirmamos que “Es caprichoso el azar” cuando alguien interrumpe nuestra vida sin esperarlo. Al levantarnos, queremos que se haga realidad “Hoy puede ser un gran día”. Nos sentimos “locos y tenemos el vicio de escribir por las paredes”. Nos conmovemos cuando escuchamos musicalizado el poema “Nanas de la cebolla” que le escribió Miguel Hernández desde la cárcel a su hijo: desperté de ser niño, nunca despiertes, triste llevo la boca, ríete siempre. Tenemos tiempos de “Mala racha”. Le dedicamos un “Soneto a mamá”: supe que lo sencillo no es lo necio, que no hay que confundir valor y precio y un manjar puede ser cualquier bocado si el horizonte es luz y el rumbo un beso. “De vez en cuando la vida” nos recuerda constantemente “Aquellas pequeñas cosas” que guardamos. El enamorado le exclama a su amada “No hago otra cosa que pensar en ti” y le declara “Sinceramente tuyo”. Aún tenemos la fortuna de “Decir amigo”. Gritamos “Para vivir” en una verdadera “Fiesta” y todos queremos aprender “Palabras de amor”. “Sería fantástico” mencionar todas sus canciones.
Sin embargo, Serrat es todo un personaje dentro de la historia musical, un español que ha dejado huellas con sus letras. El nos cuenta nuestra propia historia en sus canciones, ningún tema cotidiano ni mínimo detalle se le pasa. Canta para el mundo, de todo y para todos, desde musicalizar las letras de Antonio Machado, Miguel Hernández o Mario Benedetti hasta convertir sus propios versos en notas musicales.
Serrat es para escucharlo en compañía o en la misma soledad, no importa si es en el idioma catalán o español, es simplemente escucharlo. Hay que estar sosegadamente, en la plenitud de la luna arañada por el mar, con la piel de manzana, con el nombre que nos guste y nos sepa a hierba, con la paloma de la libertad. Quizá los búhos y las luciérnagas serán testigos de que Serrat existe en nuestros labios susurrando sus versos, en las veladas entre el vino y los libros poéticos, todos los discos son abiertos, desde el formato long play hasta los compactos y en conjunto entonamos la canción favorita.
¿Quién no ha amado, sonreído, madurado, llorado, reflexionado con sus canciones? Hemos sonreído como padres cuando escuchamos “Esos locos bajitos”. Muchas mujeres alguna vez nos hemos sentido “Penélope”, Afirmamos que “Es caprichoso el azar” cuando alguien interrumpe nuestra vida sin esperarlo. Al levantarnos, queremos que se haga realidad “Hoy puede ser un gran día”. Nos sentimos “locos y tenemos el vicio de escribir por las paredes”. Nos conmovemos cuando escuchamos musicalizado el poema “Nanas de la cebolla” que le escribió Miguel Hernández desde la cárcel a su hijo: desperté de ser niño, nunca despiertes, triste llevo la boca, ríete siempre. Tenemos tiempos de “Mala racha”. Le dedicamos un “Soneto a mamá”: supe que lo sencillo no es lo necio, que no hay que confundir valor y precio y un manjar puede ser cualquier bocado si el horizonte es luz y el rumbo un beso. “De vez en cuando la vida” nos recuerda constantemente “Aquellas pequeñas cosas” que guardamos. El enamorado le exclama a su amada “No hago otra cosa que pensar en ti” y le declara “Sinceramente tuyo”. Aún tenemos la fortuna de “Decir amigo”. Gritamos “Para vivir” en una verdadera “Fiesta” y todos queremos aprender “Palabras de amor”. “Sería fantástico” mencionar todas sus canciones.
Es cierto, Joan Manuel Serrat es único, nos transmite y nos conmueve, todo lo cuestiona y en su profundidad nos impregnan sus palabras: “Es preferible ponerse el mejor traje de optimista que uno tenga, cuando menos el traje de la esperanza, y creamos que las cosas se mueven en la medida que seamos capaces de empujarlas desde la honradez y desde lo que cada uno sabe hacer”.
Aún no entiendo porque la ciudad de Jalapa no tiene tanta suerte de tenerlo con nosotros. Ni modo. Mientras tanto, mis alas se acomodan entre las nubes para suspirarlo y mi mar veracruzano se ha convertido en mar mediterráneo.
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