La historia del argentino Jorge Eduardo Garcés, “El Chino”, está registrada en una película-documento con el nombre de Bar “El Chino”. Un lugar único en el mundo donde los parroquianos podían cantar los tangos como hace 60 años atrás. El local está ubicado en un barrio llamado Pompeya, en Buenos Aires, y se sigue conservando tal cual: paredes viejas, descascaradas, sin maquillaje, pero impregnadas con la esencia del tango. Ahí llegaron figuras internacionales del espectáculo, turistas y los mismos argentinos en la búsqueda de tradiciones perdidas.
El padre del Chino fue el fundador de este lugar que comprende un boliche, almacén y un bar. Al Chino se le ocurrió que en este sitio se cantara el tango. Lo que le importaba era el calor humano, la solidaridad, la lealtad, que todos se sintieran a gusto y junto con sus amigos, le gustaba interpretar tangos. El Chino convocaba a diversos públicos sin necesidad de disfraces comerciales. El lugar se convirtió en un lugar mítico de Buenos Aires. Con la crisis de la Argentina y el empobrecimiento de su clase media, el lugar, que el Chino y su familia alquilaban durante toda la vida, se puso en venta. Los herederos del dueño necesitaban el dinero para sobrevivir. Pero hasta hoy no han encontrado comprador.
El filme muestra una historia real con testimonios de los protagonistas verdaderos, artistas de gran calidad y desconocida que han mantenido las costumbres y estilo artístico desde la mitad del siglo pasado, combinada con actores en una historia ficticia en la que estos quieren retomar sus sueños. José Sacristán, el famoso actor español, es uno de los tantos visitantes, que al descubrir este lugar, se identifica con el Chino y se hacen amigos, y él narra que “lo que ahí ocurre, nunca le ha ocurrido en otro sitio”.
El Chino falleció el 21 de agosto de 2001, la muerte de su único hijo, en enero de ese mismo año, le ahondó un dolor del que no se recuperó. Sin embargo, sus amigos veteranos siguen cantando y volcando los sentimientos del tango. El nuevo público que asiste, sienten esa magia de la poesía convertida en tangos.
No olvidemos visitar este lugar cuando pisemos Buenos Aires, un lugar que se ha mantenido intacto desde 1950, observaremos sus paredes adornadas por la historia fotográfica, escucharemos las voces de los amigos del Chino y estoy segura que regresaremos contagiados de que el tango es un pensamiento triste que se baila.
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