Una foto de Juliette Binoche

Foto: Robert Doisneau

Hace cuatro meses, Bethania -mi hija- estuvo en París, y en sus largos recorridos por todos los rincones parisinos, visitó el Hotel de Ville, estaba la exposición fotográfica del gran Robert Doisneau, de la cual disfrutó mucho. Entre las 280 fotografías que se exhibían, ahí estaba la imagen de Juliette Binoche y Bethania no dudó en traérmela, sabiendo de mi admiración por la actriz francesa.

He visto tantas fotografías de Binoche, pero la tomada por Doisneau me resulta totalmente preciosa. Una foto tomada en el año 91 a la orilla del Sena. Tiene un no sé qué, quizá sea la misma Juliette que provoca que hasta los mismos señores tímidos empiecen a suspirar o quizá sea el querer sentirme una Juliette cuando camino absorta por el malecón de un antiguo puerto. Los ojos de Robert Doisneau lograron que los míos se quedaran mudos ante tal belleza.

En tres ocasiones he tenido el privilegio de charlar con su padre, el actor y escultor Jean-Marie Binoche, un hombre extraordinario, inteligente y sencillo. Él ama Xalapa, ciudad donde se ha presentado su trabajo. No pude atreverme a preguntarle por su hija; la timidez o el respeto de no hablar de ella, pero siempre al despedirme de él, me quedaban las ganas de decirle cuánto admiro a su hija. Juliette tiene cierto parecido físico a su padre y es indudable del talento heredado.

Desde que conocí su trabajo como actriz, la he seguido. Es una actriz que se le cree todo en cada uno de los personajes que le toca representar. Entregada, uno va con ella lentamente hasta lograr despertar todas las emociones. Con una gran trayectoria fílmica, la recordamos en La insoportable levedad del ser, Los amantes de Pont Neuf, Herida, Cumbres borrascosas, Tres colores: Azul, El paciente inglés, La viuda de Saint-Pierre, Chocolate, Caché, por citar algunas. Las últimas que he visto de ella y que me volvió a trastornar fueron In my country y Violación de domicilio.

Siempre me pregunto si algún día vendrá Juliette a esta ciudad, a caminar sus calles como lo disfruta su padre. Si la veré por ahí refugiada en uno de nuestros hermosos sitios históricos impregnada del café que produce nuestra tierra. Tampoco sé si me atreva a saludarla o solamente me conforme con verla caminar como lo hizo ante Robert Doisneau.

Mientras tanto, me quedo contemplando la foto y soñando que a lo mejor me la encuentre en alguna calle de París.