Solíamos vertebrarnos en las ramas de una Ceiba. Queríamos darle a nuestras espinas un borde gemelo, una rozadura fresca, una pulsión vertical. Pensábamos que crecer era llevar adelante la herida, no hacia arriba.
Pero daba lo mismo: el tiempo florecía ya entre las espinas propias y las ajenas.
8 comentarios:
A veces el tiempo suele florecer hacia adentro, invisible.
Te abrazo mi dulce Clarice.
M.
¿Sabes que si me asomo a la terraza, veo a 200 m. una ceiba maravillosa, la mejor de la isla?
Hermoso texto.
Besos
No había visto nunca una ceiba y me ha encantado esa foto tuya. El texto y otros que he leído de Frank Lozano, son una delicia.
Besicos muchos artista.
Qué belleza.
Una vez, conocí a un tipo que no sabia lo que era una ceiba...
Si, es cierto.
Un abrazo, Claricce
Qué grandes y grandiosas son las ceibas.
Espléndido.
¡Precioso post!
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