sábado, junio 25, 2011

Caída

Foto: B. Berenika

La conocí en la cafetería de una escuela. Yo no sabía que ella era la mujer que buscaba esa tarde. Observé su llegada con un caminar sonriente y una taza en la mano. Pidió que le calentaran agua porque se tomaría un té verde. Mientras esperaba, empezó a conversar sobre si llovería y caminó lentamente con su rostro mirando hacia el cielo. Y de repente, un torpe tropiezo provocó que se cayera. Las pocas personas que estábamos cerca, no alcanzamos a librarla de la caída. Tirada en el piso, no quiso que le ayudáramos a levantarse. Su rostro mostraba dolor. Poco a poco, pudo levantarse y entre varios, la llevamos a que se sentara en una banca. Pudimos percatarnos que su pie izquierdo tuvo un esguince. La mujer se controló y por más que deseaba sonreír, se le notaba una tristeza. La llevaron al médico y después, ella tuvo que suspender su trabajo y regresar a casa con una incapacidad médica. Recuerdo que ella demostró fuerza y se fue en su auto.

Me habían dicho que ella podría recomendarme unos libros y que tendría probabilidades de ser su asistente en la biblioteca de la escuela. Sin embargo, esperaba a un amigo para que me la presentara.

Mientras pasaron los días, no pude olvidar su rostro. La tristeza guardada en sus ojos. Por cuestiones del destino, llegué a ella y lo mejor fue que mientras convalecía, pude ayudarla. Además, hablábamos de libros, de cine, de música y de la vida. Descubrí que escribía a escondidas. Al leer sus desahogos, comprendí esa tristeza: amaba caminar y disfrutaba de cualquier camino por muy espinoso que fuera.

Pasaron las semanas y no caminaba como antes. Se notaba la lentitud en sus pies. Quizá un ligero miedo. La caída vino a provocar en su vida reflexión interior. Me regaló su cuaderno con el que escribió mientras permaneció en cama. Ya no le importaba saber que sus manos serían leídas.

Una tarde de lluvia, me enteré que ella no volverá a caminar. Ha muerto. Estoy seguro que ahora camina en tierra firme, y nunca más volverá a tropezarse.

Hoy me atrevo a compartir un poco de ese cuaderno.


El cielo se me cayó.

En un instante, un tropiezo nos modifica la vida.

¿A las cuántas caídas debo aprender a no mirarte?

Mis pies tienen un llanto irremediable. Perdieron sus alas. Usarán las manos.

En sus pies lleva la tristeza.

Esa ave necesita unas manos sanadoras en sus pies heridos.

Él le besó los pies para darles vida. Ella, todavía no camina.

Me tropiezo con frecuencia para encontrar mi piedra.

Todo fuera como cargar libros y caerse con la historia del castillo en el aire.

El perro siente la dolencia de su compañera. Cree que la curará recostándose sobre su pie.

El sueño caído lo levanta ese pie herido.

Algún día nos quedaremos sin pies y no nos importará. Tendremos suficientes alas para sobrevivir.

El pie sonríe y no le importa la herida. Ni su dolor. Ni su cojera. Nada le impedirá volar.

Soñé que caminaba.

Caí para revivir la piedra.

Siempre me quedará caer en tu palabra.

Ella se despidió de las escaleras. No volverá a bajarlas. Desde arriba, se dedicará a escribir el sueño del pájaro.

Caerse también es amar.

Y sus pies fueron libres.


14 comentarios:

Isabel Mercadé dijo...

Qué precioso recuerdo, Graciela.
Un abrazo.

Voz Ruda dijo...

Lo único que no me gusta es que nos cuentes que "esa mujer" ha muerto. Yo pienso que más bien recién ha nacido.
Hermoso!

Elena Casero dijo...

¡qué lástima! pero es un relato de ternura inmensa a pesar de la tristeza de la mujer

Un abrazo

virgi dijo...

Por algo te dejó ese cuaderno. Sabía que lo valorarías en su justa medida.
Un fuerte abrazo.

Alejandra Sotelo Faderland dijo...

Sus escritos eran ciertamente tristes, siempre por el piso literalmente hablando, algun dolor muy hondo tendria atravesado en alguna parte y no solo en sus pies.
Imagino que ahora que es libre por completo, no solo no depende de sus extremidades inferiores para caminar, y que tambien es libre de sus dolores por fuertes que hayan sido.

maria candel dijo...

" Algún día nos quedaremos sin pies y no nos importará.Tendremos suficientes alas para sobrevivir".
Me quedo con estas palabras,me las llevo y las guardo en mi memoria, procurando no olvidarlas, para ponérmelas cuando las necesite.
Un fuerte abrazo.

Juan Herrezuelo dijo...

Por sus pasos les conoceréis, firmes o arrastrados, de largas zancadas o lentos y dubitativos avances, inmunes o propensos al tropiezo: filosofía del traspié y la caída y ese esguince que se te queda en el alma o, por el contrario, esa determinación con que uno se levanta del suelo como el que se levanta de la lona, tal vez aturdido pero no derrotado todavía. Un abrazo.

Kety dijo...

"El perro siente la dolencia de su compañera. Cree que la curará recostándose sobre su pie".

Eterna fidelidad


"El pie sonríe y no le importa la herida. Ni su dolor. Ni su cojera. Nada le impedirá volar".

Bendita imaginación.

Un abrazo

Antonia Romero dijo...

Muy hermoso, Graciela, como todo lo que sale de tu pluma.

Un beso

Eleonaí dijo...

Hay partidas que duelen. En tanto hay que caminar, andar, avanzar, transitar. Y llevar en el andar el recuerdo. Es como caminar con campañía.

LA CASA ENCENDIDA dijo...

Es precioso el relato Graciela y como siempre, las frases, a cual mejor.
Besicos muchos.

Marcela dijo...

Quien sabe que sucede en esa caída dentro de la muerte. Yo creo que sigue llenando cuadernos con palabras que alguna serán leídas. O eso espero, porque es lo que deseo hacer.
Un beso.

marichuy dijo...

Melancólico y conmovedor recuerdo. También muy bello.

Un beso

Paloma Zubieta López dijo...

Graciela querida: hermosa historia, como tocada por el viento y la lluvia... Qué bien que decidiste compartir un poco de ese cuaderno pues así, ella sigue caminando de otra manera. Un beso cómplice con mucho cariño.