Foto: Graciela Barrera
Querida Clarice:
No sé cómo empezar esta carta que ya no leerás. Me hubiera gustado mirarte aunque fuera de lejos. Diariamente estás en mi boca y en mis ojos y en mis brazos. Y todavía me falta por crecer al lado del cuerpo de tus letras. Quisiera que todos te leyeran y profundizaran contigo hasta en las nimiedades que observabas en la vida. Tu vida.
Aún me duele el pecho de la emoción por leer todas las cartas enviadas a tus hermanas Tania y Elisa. Tu correspondencia entre los años 1940 y 1957 desde Río de Janeiro, Belém, Lisboa, Roma, Nápoles, Florencia, Berna, París, Torquay y Washington. Y es que yo le tengo devoción a las cartas. Esas cartas que actualmente casi nadie quiere escribir. La mayoría de la gente se ha conformado con la tecnología moderna, quizá, les parezca antiguo ir al correo: olvidan la magia que ofrece un buzón. Olvidamos que las cartas manuscritas o redactadas en las antiguas máquinas de escribir, son cartas de culto. Por eso, me gusta el género epistolar y este libro de Queridas mías –tan tuyo- lo disfruté muchísimo.
Tú le confesaste a tu hermana Tania: “Recibir una carta tuya a veces tiene el mismo sentido que tendría abrir ventanas de un cuarto donde yo llevase semanas encerrada”.
Cuánto afecto y ternura les derramaste. Les escribías desde un corazón, a veces con desasosiego o con alegría. Todo lo que tus ojos miraban. A través de tus cartas, yo pude conocerte más y aprender de ti. Tu pasión por ir al cine o por escuchar música o por recorrer la ciudad o por tu ropa o por tus silencios o por los libros que leías o por la gente que te rodeaba o por lo que tú misma aprendías. Por tantas cosas. Y entre tanto, me sentí identificada. Al contarles tu mundo, expresabas: “Después de escribir una carta para ti me siento mejor, más sosegada. Cuéntame incluso las cosas tontas que suceden, como hago yo”.
También sufrí a tu lado al ver que te desesperabas porque tus hermanas no te escribían con la frecuencia que deseabas. Tú, casi diario. Te causaba dolor esperar muchos días para recibir las cartas que tanto anhelabas. Pero cuando llegaban, eras la mujer más feliz. Les decías: “¿Qué importa el café frío si tenemos cartas cálidas?” Aunque también te llegó el cansancio de escribirlas.
Tenías razón Clarice: “El día de recibir carta es un día glorioso”. Y tú, lo sabías perfectamente por estar tan lejos de tus amadas hermanas.
Tu libro contiene 120 cartas y quiero creer que muchas de ellas fueron escritas para mí. Líneas que me detuvieron para pensar y reflexionar. En otras, sonreí y te imaginé. Por lo tanto, no puedo quedarme callada y debo compartir tus letras. Sé que alguien se detendrá y querrá saber más de ti.
Clarice Lispector, eres mi querida mía. Y yo, soy tan tuya. Siempre.
Graciela
11 comentarios:
Preciosa carta bloguera que me invita a leer más cartas. Gracias, mi bella Graciela, por todo lo que nos entregas. Un abrazo de mar. Índigo
Yo me he detenido y conocí a Clarice
por tí.
Gracias
P.D. Aún envío cartas...
Son unas cartas conmovedoras, tanto como la tuya.
Un abrazote, querida Graciela, y gracias otra vez.
¡Que preciosa cart a tu "ídola".
No he leído ese libro de carta, pero lo voy a tener en cuenta para la próxima adquisición, a mí siempre me gustó escribir cartas y recibirlas y ya, casi que lo hemos olvidado.
Besicos muchos.
Y yo sigo sin leer en profundidad a Clarice Lispector. Cada vez que veo su nombre me acuerdo de vos. Lo sigo teniendo como un pendiente.
Tanto tiempo sin venir por aquí, y entré y me sentí tan bien como siempre.
Espero que vos estés bien, queridísima.
Te abrazo.
Qué hermosa carta la tuya, Graciela. Una carta de cartas, que me gustaría publicar en Cartas en la Noche, si no tienes inconveniente, claro...
Un beso.
Y mi dolor por lo ocurrido en Veracruz...
A mi me fascinan también las cartas: son la manera más próxima de acercarnos a alguien lejano, de meternos en su propia cabeza y en su corazón. Gracias por esta recomendación tan hermosa. Un abrazo, querida amiga.
Ah, seguro que es un delicia leerlas...
Paso cada día delante de una de mis librerías preferidas, a dos puertas de la puerta de mi casa, y tienen en el escaparate otro libro de Clarice,"Sólo para mujeres". Nunca lo había oído y no me he concedido el gusto de entrar para descubrirlo porque, si lo hago, seguro que me lo compro y no puedo, Graciela, que estoy de recortes presupuestarios hasta para eso. Pero ahí está, y día tras día, el rostro de Clarice me mira y me seduce. Y a mí me dan ganas de contarle tantas cosas... Tal vez también yo debería escribirle una carta. :)
Un abrazo, querida.
Graciela, no conocía el libro de cartas de Clarice, pero viniendo de ella, debe ser bien bueno, aparte de que me encanta el genero epistolar, debe ser por que he pasado mucho tiempo en mi vida escribiendo y recibiendo cartas. Siempre es un gusto leerte.
Te mando un fuerte abrazo desde Caracas.
Hermosa muy sincera tu carta. Estamos de acuerdo, estamos perdiendo el género epistolar. Es una lástima. Cartas hay miles y maravillosas. Una en particular? La que La Maga le escribe a su hijo Rocamadour (Cap. 32 de la nunca olvidada Rayuela). Otra cosa, lamento tu pérdida. Yo tuve una recientemente y me quedé sin palabras, por un tiempo. Luego pude hablar y lo escribí en mi blog. Un abrazo!
Bellísima carta. Estoy segura de que Clarice sonríe. Y no es para menos... ya iré a buscar estas cartas.
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