lunes, octubre 07, 2013

Hay Festival Xalapa 2013

Foto: Graciela Barrera

Otra vez a Miguel Sanfeliu



Un día enlistaré todos los privilegios que se disfrutan en la capital veracruzana, sean de ahí o de fuera. Mientras tanto, estoy feliz por haber disfrutado el Hay Festival por tercera vez. ¿Qué decir? Que tengo tantas notas mentales que no sé si podré escribirlas. Ya están en mi memoria, aunque también sé que con el tiempo podrían borrarse. Por eso necesito escribirlas. ¡Cuánto daría por dictarle a alguien este corazón que late por todo lo que vivió!

Tengo la memoria escrita, más los recuerdos aún frescos por lo que viví en el Hay Festival en 2011 y 2012. ¿Qué me depararía en este año? No lo sabía, así que abrí mi pecho, para recibir. Y como este blog es tan personal y no soy periodista, escribiré sin reseñar lo que viví. Ni siquiera reproduciré las frases que escuché a algunos escritores. 

Con 57 eventos que ofrece el Hay, no es posible asistir a todos. Se debe revisar el programa una y otra vez, para decidir. Todo es interesante, pero se sufre más cuando hay dos eventos simultáneos a los que se quiere asistir y hay que decidirse por uno. Y estar en un evento, con el corazón partido por el otro. Hay que estar clonado para vivir todo. 

En este momento que llueve, pienso cómo escribir esta memoria. ¿Enlisto a todos los que escuché, o me detengo uno a uno? 

Julieta Venegas. No era muy aficionada a su música, pero escucharla me encantó. Casi dos horas de disfrutar su talento. La nota es que en la larga fila de espera para entrar al recinto, mis amigas y yo conocimos a Fabiola, una chica que venía del puerto de Veracruz, con la que iniciamos una grata charla, que derivó en cosas que no olvidaré. Por ejemplo, presenciar en primera fila el concierto de Luis Eduardo Aute. A veces nos encontrábamos en algunos eventos y seguíamos riendo. 

David Rieff con Xavi Ayén. ¡Ay con David Rieff! Mi emoción por escuchar al hijo de Susan Sontag, dada la devoción que tengo por la escritora. David vino a ofrecerme un mundo de memoria, paz y perdón. Con su traje beige y sus botas vaqueras, su cuerpo desprendía armonía interior. David Rieef me será inolvidable por su forma de pensar. A casa traje dos de sus libros. La sensación de tocar su mano y sentir su edad en ella, permanecerá latente en mi recuerdo.

Luis Eduardo Aute. Me gustaría escribir un texto dedicado sólo a él. Decir que es la tercera vez que lo escucho y que ésta ha sido una de las noches más memorables de mi vida. Tres horas se entregó al público con su Cine-concierto. Al otro día ofreció una charla con Sandra Lorenzano, la escritora más mexicana de las argentinas. Después vino el encuentro. Y al oído del público dije cosas y él –con tanta complicidad– aprobó todo. Y me otorgó el derecho de ser su señora. Y abrazó mi playera con su nombre y no resistí a fotografiarme con él y besó mi mano y me dejó ir y… creo que debería escribir todos los detalles vividos. O quizá recordarlo con mis mejores cuatro amigos con los que compartí esa emoción. Tal vez contarlo a los pocos amigos que sí les importaría saberlo. O decirles: compren su libro No hay quinto aniMaLo.

Después de los dos días vividos con Aute, sabía que el resto vendría por añadidura, y que sería bello. Y así fue.

Daniel Mordzinski, el fotógrafo de los escritores, a quien vi por segunda vez. Cada día me decía: no me retes a que te reconozca en la oscuridad. Pero la declaración tiene una razón. Y no es la que ustedes piensan. También dice que soy la única mujer que compra sus libros, aunque sea obvio que no. ¿Pero, quién no querría tener sus fotografías en casa? Y lo mejor: me dejé fotografiar con él, y él dio instrucciones cómo debería ser la imagen. 

Federico Andahazi con Magali Velasco. Confieso que tengo cuatro libros suyos en casa y no he leído ninguno. Pero prometo hacerlo pronto. Escucharlo me provocó el deseo de dar una clase, del mismo modo que él desmenuza detalles con tanta amenidad.

Los ingrávidos. Obra teatral basada en la novela de Valeria Luiselli, un libro que disfruté el año pasado, luego de escuchar a su autora. Ahora tocó el turno de deleitarme con la obra.

Andrés Neuman y Juan Gabriel Vásquez. Una mancuerna tan amena como divertida. Y por fin pude comprobar porque Neuman trae loca a dos de mis amigas y a muchas chicas: derrocha carisma. Ahora que empecé a leerlo, le hace promesas a mis ojos. ¿Y qué digo de Juan Gabriel Vasquez, aparte de sus letras? Por supuesto, que es guapísimo. De ellos dos tuve doble autógrafo en sus libros por una graciosa distracción. Se volvieron impostores. Nos reímos mucho.

Derek Walcott, el premio Nóbel de Literatura 1992 no pudo estar presente, por una caída, pero leyeron su poesía y proyectaron un documental recién estrenado sobre su vida, que me conmovió mucho.

Irvine Welsh con Peter Florence. ¿Qué decir de él? No me gustó que firmara libros como si tuviera un sellito para marcar las hojas, sin ningún interés de permanecer tanto tiempo con una larga fila. Pero bueno, su charla estuvo muy centrada en Trainspotting.

Sergio Ramírez, Ernesto Cardenal, José Adiak Montoya y Daniel Morszinki contando la historia del libro Nicaragua, tierra de creadores, con las fotos de Morszinki, más la voz de Cardenal, leyendo sus poemas. Y Morszinki, a pesar de ser el invitado, su cámara no paró de tomar fotos. Pero me detendré con el joven José Adiak Montoya, que no sabía de él hasta que me lo nombró Moisés, mi librero favorito (porque casi todo mi bolsillo se quedó en la librería Hyperión). Compré su libro y, a la hora del autógrafo, susurré mi nombre. El joven tuvo que levantarse para poner su oído más cerca. Supongo que pensó que mi voz era débil o estaba enferma. Sólo Marco sabe la razón de mi susurro.

Carl Bernestein con Guillermo Osorno. Me hubiera gustado tener un maestro en la escuela como Bernestein. Y sentí dolor y vergüenza que nuestro estado siga siendo tan famoso por la nula expresión de libertad periodística. Él dijo que el “buen periodismo debe buscar la mejor versión posible de la verdad”. Por desgracia, Bernestein no pudo llegar en la fecha señalada, y lo pospusieron para otro día y a la misma hora que escucharía a Eliot Weinberger. Ni modo. Pero valió la pena escuchar a Bernestein.

Jody Williams. La premio Nóbel de la Paz 1997 me inyectó más ganas de vivir y luchar por un mundo mejor. Sin violencia pero con acción. Sencilla y carismática y hablando un español tan nuestro y con una libertad sin miedo a decir las cosas. Criticar con argumentos y decirnos la realidad. Por su próximo cumpleaños, el público le cantó Las mañanitas.

Martin Casariego, César Silva Márquez y Carlos Velázquez, nuevos escritores para mis ojos que me dejaron una sensación que, a pesar de todo lo que se sufre actualmente, la literatura sigue viva.

Sergio Pitol. Mi gran escritor a quien desde que vivo en esta ciudad, he gozado. No sé si haya otro como él en otra ciudad o país que esté al pie del cañón con sus libros en cada feria y esté dispuesto a charlar con sus lectores y firmarles ejemplares, pero Sergio Pitol está ahí. Con una sonrisa, se acerca y te dice: este es mi último libro. ¿Quién puede resistirse a no comprar un libro de él?

Cada vez Hay Festival tiene más público y fuerza. Vi pasar muchos escritores, a algunos los saludé. Me quedé con las ganas de escuchar a otros. Viví mucho en este festival, pero hubo algo que me conmovió y fue el hecho de que varios escritores me agradecieron que comprara sus libros. Saben que ya no es tan fácil que la gente compre. Y también saben que es frustrante, tanto para el lector que no puede adquirirlos, como para ellos mismos como escritores.

También el Hay provoca y convoca a nuevas amistades. Pude abrazar a la gente que ya había leído en otros medios y solo faltaba encontrarse, o que alguien llegue de la nada y se quede en mi vida. Me pasó con David Julián, un joven colombiano que era el asistente de varios de los escritores y con las chicas Brenda Béjar y Pola Thrace, que me hacen reír tanto, cuando las leo en la revista Letroactivos.

Extrañé a Edgar Krauss. El año pasado muchas veces pasamos juntos sin tocarnos. Sin saber que ahí estábamos, tan cerca. Aunque no vino, siempre creí que estaba presente.

Mi cámara y mis ojos están cada día más agonizantes. Hubo muchas fotos no logradas que terminaron en el bote de basura. Otras quedaron aquí.

Terminé felizmente cansada por tanta información que recibieron mis sentidos. Ahora le toca el turno a mis ojos de recorrer todos los libros que traje a casa. Me alegra saber que el año próximo, Xalapa volverá a recibir el Hay. Porque el Hay vino para quedarse.  

Finalizo con el pensamiento de mi amado Juan Cruz:


“Desde el Hay, hay que vivir pendiente de lo que dicen los escritores de las nuevas generaciones. Es una enciclopedia literaria peripatética que siempre acaba con dos rosas blancas, las que anuncian que es hora de acabar el diálogo. Me parece que es uno de los mejores inventos de este mundo raro que protagonizan los escritores en el uso de la palabra”.




2 comentarios:

Miguel Sanfeliu dijo...

Graciela, muchas gracias por este recorrido por el Hay de Xalapa. Me encantó. Te imagino charlando con todo el mundo y disfrutando del festival. Gracias por la dedicatoria y por esas maravillosas fotos.
Te mando un fuerte abrazo.

virgi dijo...

Impresionante tanta gente. Y más me impresiona que los haya disfrutado a todo.
De Rafael Chirbes estoy leyendo La larga marcha y me gusta mucho.
De Juan Cruz ya te hablé alguna vez porque es de esta isla.
Julieta Venegas me chifla como canta y como habla, tengo un par de discos suyos.
Neuman me gusta algo bastante,pero no al completo...
Mordzinski, grandes sus fotos.
Y LEA, un tipo genial.
En fin, a otros los veo por primera vez aquí.
Verdadero aprendizaje haberte leído esta entrada.
Un abrazo