Imagen de Priscila Rodríguez |
Sábado,
24 de agosto
Compré una libreta sencilla.
En su portada viene un diseño de Romero Britto, al que descubrí caminando en
una calle de la ciudad de México. Entonces entré a su galería y conocí su arte.
Entre tantas libretas que tengo en mi colección, elegí ésta para intentar
escribir con mi puño cansado. Lo he hecho cientos de veces y termino con la
facilidad que ofrece la hoja Word.
También compré tintas de colores. La idea es escribir todos los días y dejar la
libreta en el comedor. Con la libertad de quien entre, si quiere, y sin mi
permiso, pueda abrirla y leer mi diario. ¿Llenaré esta libreta? ¿Importa
llenarla? Mientras escribo, escucho a Bruce Springteen. Me gusta, me pone
alegre. Quiero dibujar en esta libreta.
Miércoles,
28 de agosto.
No había deseado tanto sentarme
en la maldita silla del dentista. Perdí un diente como si se hubiera caído un
árbol. El dolor ha desaparecido, pero estoy en cama. Y miro el techo. No hay
estrellas. Pero hay recuerdos y el dolor vuelve.
Domingo,
1 de septiembre
¿Cómo se dibuja la
tristeza? ¿Acaso el trueno del cielo es su lamento? ¿Por qué mis cuñadas
tuvieron que padecer lo mismo? Le tengo miedo a esa enfermedad. El pecho de
ellas es mi pecho. Y me duele. Y estoy triste. Voy a dibujar la tristeza.
P.D. Compré un par de
pijamas para envolver la tristeza del sueño.
3
de septiembre
Ella gira en los brazos
caídos de los luchadores con una carretera bloqueada, una silla que tiembla,
una mujer enferma, un laberinto caótico, una eterna lluvia, un país de lágrimas,
un silencio con música, una ventana dibujada por ladridos, una taza de café y
una lista para elegir escuchar a escritores, cantantes y cineastas. Ella gira
pensando en ti.
Viernes,
6 de septiembre
Aquí no es tiempo de
cerezas. Es tiempo de crisis. Y en tiempo de crisis, el cine es mejor que la
crisis.
Sábado
7 de septiembre
El vino se derramó
sobre está libreta. Se ha manchado. Y las hojas están húmedas. Pensaré que esta
libreta siempre estará embriagada.
Viernes,
18 de octubre
Después de mes y medio
vuelvo a este diario. Me parezco a la Woolf con sus ausencias en su propio diario.
No dejo de preguntarme: ¿para qué escribir en este diario si escribo en un muro?
No es suficiente con todo lo que llevo en la cabeza. Y escribo en esta libreta
que no le veo futuro. La edad me detiene.
Jueves,
24 de octubre
Dios:
dame sabiduría y ayúdame a ser una mujer sensata. Permite que mis palabras
tengan la sal necesaria. Y dame gozo para celebrar la vida sea cual fuere mi
circunstancia.
Viernes,
8 de noviembre
Pienso:
mis pensamientos son un desorden y no tengo ganas de ordenarlos. Decido:
permaneceré en el jardín mientras veo pasar el viento. Vuelvo a pensar: el
viento no se llevará mis palabras desordenadas. Determino: cerraré los ojos
mientras dejo caer el desorden de mis pensamientos.
Martes, 19 de noviembre
Tiene
el dinero suficiente para elegir cualquier lugar del mundo e irse. Pero todavía
no lo hace. Dice que permanecer en su casa es viajar. Por eso compra libros.
Muchos libros. Porque al comprarlos, siempre piensa que compra boletos de
viajes. Dice que ver películas o escuchar música o tocar los árboles o cerrar
los ojos, también es viajar. Pero más, cuando escucha a los viajeros y le
narran lo caminado. Y repite: permanecer en casa es viajar. Y lo escribe en su
cuaderno de viaje. Ese cuaderno que nunca viajará. Porque el cuaderno también
dice: para eso está la pluma, para que sus ojos llenen mis hojas de viajes.
Otra vez se escucha el eco de las paredes: permanecer en casa es viajar.
Lunes, 25 de noviembre
El
placer de ser turista en mi propia casa y vivir las cuatro estaciones en un
solo día. Mirar un mar enfurecido o una montaña soleada. Acariciar un perro
callejero o escuchar el insomnio del gallo. Elegir un libro al azar y caminar
en París. Escuchar un fado mientras el alma recuerda. Pero sobre todo:
deleitarse con el pájaro que entra a casa, vuela por doquier y decide reposar
en el asiento de una pequeña bicicleta de mi colección. El placer de ser
turista en mi propia casa sin tener la necesidad de guardar el instante en una
fotografía. A veces, sí. Fotografío para recordar que no necesito irme. Ah, el
placer de ser turista en mi propia casa.
Miércoles,
27 de noviembre
En
esta fecha pude haber nacido, pero me ganó mi hermano. Y mientras él nacía, yo
no era nadie...hasta que decidieron que fuera alguien. Y soy. Aunque él no me
quería porque deseaba ser el rey de la casa, quizá por el nombre que porta, mi temperamento ganó y tuvo que
aceptarme. Y al aceptarme, me mostró su mundo y me lo entregó. No soy músico ni
pianista ni todo lo que es él, pero mucho se lo debo a mi hermano. Y él es él y
yo soy yo. Y así nos amamos, respetando que somos diferentes, pero algo nos
une: la memoria de haber nacido en el mismo hogar con todos sus defectos y
virtudes. Ahora, nuestra conversación no tiene fin.
Noche
lluviosa y fin de noviembre
Abro mi libreta y hojeo
lo que he escrito. He escrito mucho y no he escrito nada. Nada sin importancia.
La cotidianidad con mi letra manuscrita. Encuentro recortes pegados e intentos
de lo que quise dibujar. También miro una inicial. Aparece con frecuencia. No
sé de quién se trate. O no quiero decirlo. Primero escribía todos los días.
Después, cada tercer día. Después cada semana. Y después…perdí la noción del
tiempo. Y la libreta nadie la abrió.
Quizá pensaron que era una libreta más entre tantas cosas que hay en casa. Sí,
nadie la abrió. Eso creo. Pero, ¿a quién le importa lo que escriba si
finalmente escribo lo hueco del vacío? A mí. Es la única manera de saber que no
estoy a salvo, pero sé que existo en un diario. En un diario no privado.
1 comentario:
Existes en ti y en los que te leen y en los que te escriben. Y en esa libreta embriagada. Y en la risa de los que te dibujan palabras. Y en la llama de tu hija. Y en la tuya, iluminada.
Besos, Graciela.
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