Rémi escuchando el mar,
1955. Édouard Boubat
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Cuando era niña,
siempre creí que el mar se encontraba dentro de un caracol. Todos los días,
antes de dormir, ponía el caracol en mi oído y me quedaba quieta por largo
tiempo escuchando el mar. Me preguntaba cómo el mar podía caber en tan pequeño agujero.
Escuchaba su voz tan suave y a veces lejana. Nunca me aburría de escucharlo y,
cuando tenía momentos de miedo, mi oído se refugiaba en el caracol.
La gracia es que yo
nací y crecí en un puerto y aún más gracioso es que tenía el mar demasiado
cerca. ¿Por qué entonces creía que el mar permanecía en un caracol cuando
miraba el inmenso mar todos los días? No lo sé. Lo que sé es que el recuerdo
está latente y cuánto daría por volver a tener ese caracol ahora que el mar no está
a mi lado.
Sí, yo creía que el mar
vivía dentro del caracol. Lo creí firmemente por muchos años. Hasta que la
ingenuidad se cansó de mí y me mostró su rostro. Y lloré al saberlo. Sigo
pensando que, aunque sea por momentos, deberíamos de ser ingenuos.
Pero no soy la única que
vivió momentos de imaginación al lado de un caracol y eso me alegra mucho. La
chica Deniss me cuenta que ella, de niña, hacía lo mismo. Le parecía muy raro
el sonido, pensaba no que el mar estaba dentro, sino que era como un teléfono
marino; que iba a escuchar a los peces hablar.
¿Y si de repente
conociera historias de gente que vivió al lado de un caracol? ¿Volvería la
inocencia a mi rostro?
No recuerdo quién llevó
a casa ese caracol, pero sí recuerdo exactamente cómo era. Para ser exacta, era
igualito al de la foto de Édouard Boubat. ¿Acaso seré ese rostro? Empiezo a
creer que sí.
3 comentarios:
Amiga, te engañaron... Era cierto que el mar estaba dentro de ese caracol...
Y sigue estando allí...
Cualquier dia, con el paso de los años, volverás a ser una niña y descubrirás de nuevo que todos te engañaron cuando te decían lo contrario...
Un saludo
El mar está dentro del caracol Graciela. Yo no tube una caracola (así la mmamos por aquí), pero si en casa de una amiga la había y cuando íbamos a jugar, la cogíamos y escuchábamos el mar, por eso sé que está dentro.
Y te voy a confesar una cosa, sigo siendo una ingenua, no me ayuda a veces mucho, pero no sé como se puede evitar...
Que tengas buen fin de semana y escucha en mi nombre, el susurro del mar.
Besicos muchos.
¡Cuántas cosas nos perdemos por dejar de lado las cosas delicadas, mágicas, cargadas de poesía!
Como el mar en la caracola, un sonido tenue y prodigioso.
Besitos
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