Imagen tomada de internet |
Cada día de mi vida
estaba registrado en tu libro.
Salmista David
Salmista David
En la primera semana de enero leí
El mapa y el territorio de Michel Houellebecq. Después de este libro
me esperaban otros. Pero no pude continuar con la lectura. Y sufrí. Nunca había
experimentado leer un libro y sentir que no leía nada. Leía la primera hoja,
daba la vuelta a la segunda y tenía que volver a la primera. No lograba
comprender lo que leía. Pensé que la historia no me había atrapado y cambié de
libro. Pasó lo mismo. Intenté con un tercero y no logré nada. No sabía lo que
me pasaba. Como si estuviera bloqueada para leer, como si las letras fueran un
idioma incomprensible. Contemplé los libreros de mi casa, creí que eran
inalcanzables. Me puse triste y lloré. Recordé que en años pasados tuve épocas en que
no leía con la frecuencia acostumbrada, y sentí pesar por ese tiempo perdido. Pero
también recordé que me había hecho la promesa de no dejar de leer. Simplemente
porque quería crecer. Pasaban los días y no podía leer mis libros elegidos. Hasta
que comprendí que la adversidad es poderosa para robar la concentración. Perdí
la concentración de la lectura por cuatro meses. Pensé que no volvería a poder
leer. En esos cuatro meses, pasó algo curioso: sólo podía leer la Biblia. Es
como si mi ceguera se hubiera convertido en luz. Quizá Dios deseaba que leyera
su libro para que le creyera, confiara y supiera que podía vencer mi
adversidad. Y su palabra fue penetrante. Fue una lámpara en mi oscuro
sufrimiento. Leer la Biblia es también leer mil libros. Ahora ya puedo leer
libros normalmente y seguir viajando a través de las manos de los autores. Me
alegra tanto. Cuando leo me dan más ganas de vivir. Leer es un acto de amor y
es necesario escribirlo.
4 comentarios:
Leer y escribir. Ahora que vuelves a leer más allá del libro, ¿te das cuenta de que nunca dejaste de leer? Ahora ya lees más allá de ese libro, el libro, tu libro, pero nunca dejaste de leer. Y cuando no podemos leer por fuera. Nos leemos por dentro. Y ahora escribes. Y yo me alegro.
Un abrazo enorme, Graciela
Tú siempre lees, sea lo que sea, incluso tus manos, tus dedos y vas acumulando letras para después transmitirlas.
Es precioso lo aue hoy nos cuentas y me da ánimos, porque últimamente leo muy poco y tengo esas sensaciones que describes.
Besicos muchos.
Comprendo ese desasosiego, pues si de todas las cosas que me gusta hacer sólo pudiera elegir una, sería sin duda leer.
Aunque no soy creyente, tengo una biblia que me acompaña desde hace más de 40 años.
Cuando no tenía nada que leer en el internado, me adentraba en sus páginas con placer y asombro.
Está llena de papelitos que imagino que señalan pasajes que me sorprendieron. Cualquier día me pongo a investigar.
Un beso,
Salmos 119:105 Tu palabra es una lámpara a mis pies y una luz en mi camino.
Habrá momentos en nuestra vida en que solamente la palabra de Dios nos dará alimento para nuestra alma.
Que nuestro Señor Jesucristo te siga fortaleciendo y llenando de sabiduría. Amen.
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