Pintura de Marc Chagall |
De qué susto están hechos mis
latidos en los momentos en que se escucha un gallo misterioso y el cielo es un
azul de lactancia que conmueve.
José Barroeta
¿Qué elegirías para despertar: un gallo o un despertador?
Quizá ninguno de los dos. Quién no quiere dormir un poquito más, sobre todo,
cuando el sueño se encuentra ubicado en un mar lejano.
Puedo recordar los pocos despertadores y sus horrorosos
sonidos, aunque también recuerdo algún gracioso. Actualmente, cuando es
necesario, uso el despertador de mi celular, pero es tan suave su despertar que
me confundo con mi propio despertar. En este año, no ha sido necesario usar el
despertador; simplemente dejé de cerrar la cortina de mi gran ventana y la pura
claridad del nuevo día me despierta. Ah, qué emoción es mirar el paisaje
interior desde mi cama.
Hasta que llegó el gallo del vecino. Al principio fue
novedoso, pero con el transcurrir de los meses, llegué al límite de no soportar
al gallo. Casi todo el día ‘canta’ y quizá en la tarde duerme. A las cuatro o cinco de la mañana, despierta tan
campante que hay madrugadas que lo saboreo en un caldo y luego me arrepiento.
Cada día me gusta más el silencio y soy afortunada del lugar
que habito. Estoy rodeada de tanta naturaleza que el canto de los pájaros son
el concierto diario. Por lo tanto, escribo esto para ya no quejarme del gallo,
ni de las gallinas y, valorar que no escucho ruido de autobuses ni trenes ni
escándalos que alteren mis oídos.
Para calmarme, miré el mundo mágico de Chagall y leí
nuevamente Una gallina de Clarice
Lispector.
1 comentario:
Hola, Clarice. Buscando en mi blog, una entrada del tiempo de Adviento que publiqué hace años, he encontrado un comentario tuyo. Es cierto que la empatía hacia una persona, no se evapora así como así. Cuando ha habido tantas palabras de afecto y cariño. Es por eso, que quiero dejarte un fuerte abrazo, y desearte lo mejor.
Admiro tu sensibilidad escribiendo.
Besos
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