Pintura: Robert Bereny |
La lluvia me trajo mil y una
noches para soñar que yo dormía profundamente y contaba cada gota derramada
sobre mis ojeras.
Dormí tres horas seguidas y me
perdí en un cielo quebrantado y lleno de luz. La lluvia me arrulló con su dulce
voz y veló que nada interrumpiera mi sueño. (Los que no duermen bien en sus
noches, por varias razones, comprenderán este feliz goteo). Mi ventana,
esmeralda de mi jardín, me recordó ser esa bella durmiente que describió García
Márquez en un vuelo de avión. Alma, mi perra, suspiró a mi lado. No hubo viento
que me mirara. Ni reloj que importara. Dormir libremente, sin ataduras y sin
pasado.
La lluvia da valor
para escribir y confesar el vuelo caído. Y para amar lo desconocido.
Gracias, Lluvia, por despertar
con tu rostro.
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