Érase una vez Robert De Niro que me dejó en el camino de los
suspiros.
Todavía no olvido las escenas que me dejó…eso que… esa
peculiaridad que tiene el cine: no querer levantarte de la butaca o sentirte que
estás ahí, al lado del personaje: cargando el dolor, conduciendo un taxi o
siendo un padrino. Sentirte arquitecto y enamorarte en un autobús. Reírte por
ser padre o abuelo o ser tan gánster o jugar en un casino. Ser ese corazón de
ángel o un toro salvaje. Sentirte analfabeta y aprender a despertar.
Ser demasiado y nunca terminar. Porque yo todavía no termino
de ver la filmografía de Robert. Sin embargo, mi boca todavía declara: Érase una
vez.
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