De las mejores manos que he leído y escuchado.
No sé cuántas veces he visto a Villoro.
Una vez, hace años, acepté que me fotografiaran a su lado.
Qué alto es.
Escucharlo es alucinar.
No quiero olvidar aquella vez que estaba en un restaurante
con Luis y Enrique. Nos sentamos al lado de la ventana. De repente, Enrique y
yo, vimos pasar a Villoro y, nuestra reacción inmediata sin ponernos de acuerdo,
fue salir corriendo del restaurante, como si fuéramos un par de locos que se
van sin pagar la cuenta. Lo alcanzamos y él se detuvo a platicar con nosotros y
autografiar uno de sus libros. Y, por supuesto, le tomé una linda foto con
Enrique. Yo me atreví a decirle que me daba pena preguntarte algo muy tonto. Y
su respuesta, de las más humildes que he escuchado, fue: “No hay preguntas
tontas. Así que pregúntame”. Sé que fue un caballero curioso de saber mi
pregunta tonta. Pero también me constató su sencillez.
Villoro cumple 60 años y su pronunciamiento es: “Vivir con
la plenitud de quien está en el último día posible”.
Gracias, Villoro, por nacer y trascender.
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