Imagen de Henn Kim |
a Rubén Sosa
por preguntarme dónde lee mi alfabeto
y a JoséRomero y a Luis David por insistir en mis
manos.
Desde
niña me gustó escribir y lo hice por mucho tiempo. Era una niña de cabello
largo con trenzas. Siempre escribí hasta que una excompañera de la universidad
me dijo que yo escribía porquerías. Supongo que los ingenuos le creemos todo
los que nos dicen a los que consideramos verdaderos amigos. Así que yo le creí
y dejé el juego de la escritura durante 20 años.
Hace
16 años, escribí una carta a un niño que nació. La madre, amiga tan mía, al
leer la carta descubrió lo que había en mis manos. Pero no hice caso. Y seguí
con el juego de las hojas en blanco.
Hace
doce años, un escritor insistió en conocerme y me obligó a abrir este blog. A
él le debo este mundo. Mundo en que dejó de ser virtual para transformarse en
real. Me llevó a nuevos caminos y pude constatar que mi voz y mis letras eran
reales. Después, regresé a la extensión de las nuevas redes. No sé si soy necia
en permanecer en esta casa que de repente abandono por estar con la brevedad de
los muros efímeros.
Posteriormente,
llegó gente importante que no olvido y estoy sumamente agradecida porque no han
dejado de creer en mi cuaderno. Por toda esa gente que ha permanecido a mi
lado, por la que ha llegado y por la que se ha ido. Por sus ánimos: ¡Gracias!
Y
cuando estoy por quemar mi barquito de papel, alguien me conoce y yo vuelvo a
resucitar y a desear continuar en el camino de la imaginación.
Me queda
claro que mis manos han enloquecido y que por más que quiero detenerlas, es
imposible. Yo escribo las 24 horas de cada día y todas las letras se las lleva
la lluvia del pueblo que habito.
Mientras
tanto, yo celebro doce años por la misma razón: Escribo para contarme la vida.
1 comentario:
Gracias a ti, Graciela, por tu amistad y generosidad. Un fuerte abrazo y feliz aniversario.
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