Pintura: Vincent Van Gogh
Mientras mis amigos del Sur disfrutan de la playa o se insolan con las altas temperaturas de su verano, nosotros acá, disfrutamos del invierno. Al menos yo. A pesar de que nací y viví la mitad de mi vida en un puerto, perdí la costumbre de estar bajo la sonrisa del sol. Ahora habito una ciudad tan cercana al mar, pero que cuya tierra se envuelve de niebla, de aroma cafetalero, de un paisaje colorido, entre otras cosas. El abanico lo cambié por el impermeable. Las blusas frescas por los suéteres. Las sandalias por las botas. El mar por la montaña.
Cada vez que salgo de casa, ya no observo el movimiento de las olas, ni espero el lejano barco, ni cuento las gaviotas, ni me alumbra el faro. Ahora contemplo los hermosos volcanes Pico de Orizaba y Cofre de Perote y el cerro Acamalín. Es maravillarme cada día.
Creo que a mi madre no le causa mucha gracia que cuando estoy en el puerto, me queje del calor. Pero el cuerpo dejó de sudar para acostumbrarse a tiritar. Acepto que prefiero el otoño y el invierno a la primavera y el verano. Pero eso no significa, que cuando llega cualquier estación, no disfrute lo que me toque vivir.
Específicamente, el fin de semana pasado, cuando la temperatura descendió en todo el país y el frío fue muy intenso en mi mapa veracruzano que, por supuesto, no se compara con otros países como España, nuestros cuerpos sufrieron. La mayoría de las familias permanecieron en sus hogares. Otros tuvieron que realizar sus actividades cotidianas. El tema de conversación de todos era el mismo: el frío. Muchos nos convertimos en meteorólogos y constantemente checábamos el termómetro.
Sin embargo, algo sucedió cuando empecé a sacar más ropa abrigadora. Encontré un gorro que me tejió mi abuela cuando era niña. Me lo puse, me vi en el espejo, sonreí y exclamé en casa: el invierno me da felicidad. Quizá mi cabeza empezó a recordar detalles y me sentí mucho más optimista.
Al salir a la calle, creí que no vería a la señora que vende el pollo en la esquina o al que vende periódicos o al que vende tortillas. Me avergoncé de pensar que esa gente necesita trabajar diariamente combatiendo el clima como esté y que yo estaba cómodamente en casa.
Creí que al llegar al gimnasio lo encontraría vacío, pero no, ahí estaban los de siempre, ejercitándose como si no existiera el invierno. A través del ventanal empecé a mirar el Pico de Orizaba mientras me esforzaba en la caminadora.
El gorro no lo pierdo de vista. En mi cuello, la bufanda uruguaya que me trajo Elena. Mis manos son negras por los guantes. Uno puede echarle la culpa a las chamarras y justificar que no tenemos kilos extras. Es más, ya no me importa andar combinada y perder el glamour. Es tiempo de frío.
¿Cómo no estar feliz cuando mi chica se la pasó 48 horas con nosotros en casa? Pudimos ver películas, comer palomitas, charlar, reír, etc. O estar en silencio. Leyendo. Escribiendo. Reflexionando. Pensando en todos aquellos desposeídos que no tienen una chimenea o un calefactor automático con aire forzado o suficiente ropa abrigadora o un buen techo para refugiarse. Entonces, la felicidad se desvanece como una bola de nieve.
Sin embargo, continúo sintiendo mi invierno actual:
El invierno me ofrece una foto haciendo muñecos de nieve.
El invierno me hace imaginar como serían los inviernos parisinos de Julio Cortázar.
En invierno puedo comer chocolates sin sentirme culpable.
El invierno me provoca sentirme delgadísima.
El invierno me rejuvenece.
El invierno dejó de ser un buen amigo para convertirse en un buen amante.
El invierno me trajo felicidad.
13 comentarios:
Tu invierno está hecho de muchos recuerdos, querida amiga, y me gusta que hayas recobrado el gorro que te hizo tu abuela. Nos pasamos media vida separándonos de los nuestros y la otra media volviendo a ellos...
De todas las cosas buenas que te trae el invierno, déjame quedarme con ésta: comer chocolates sin sentirte culpable. ¿Podrías darme esa receta?
Un abrazo enorme y con alto poder calorífico.
El invierno, sin duda, siempre es especial y diferente. a veces es realmente precioso e imponente. como del que gozamos en la actualidad en España, con contínuas nevadas!
Un abrazo!
el invierno agita los recuerdos
y su aroma de frío y nieve deja el dulce calor de lo que permanece, intacto, tras los ventanales del tiempo
un beso, Graciela
Que se te enfrían las patas!!
te voy a mandar la foto de "La noche estrellada" en el MOMA, una delicia! ahora cuando la vea pensaré en ti y tu amante :P
Felicidades por el invierno que sigue, con las agradables excepciones de ayer y hoy.
Esa Noche Estrellada es una de mis preferidas. En mi penúltimo viaje a la ciudad de México me traje una repplica pintada con arena de playa.
Querida Graciela: te leo con 38º a las 8:20 pm y no puedo dejar de decirte: quiero tu invierno!!!!!
Y el invierno de Cortázar en Paris.
Y los chocolates sin culpa...
Y sentirme delgada (por favor!!!)
Y rejuvenecer...
¿Podemos compartir tu amante, querida Amiga?
Con mis neuronas sofocadas, que ya olvidaron mar y vacaciones, va mi Primer Abrazo del Año con todísimo cariño guapa!!!
Excelente 2010!
Me alegra que el frío del invierno te de calor.
Respecto al gorro de tu abuela..., segura estoy, que, cada vez que te lo pones recuerdas una caricia de ella.
Un abrazo
Ufff escogiste a uno de mis favoritos. El Sr. Van Gogh nos dà calidez con sus pinceladas... y el frìo que se quede en la puerta.
Un abrazo ;)
Aquí estamos teniendo unos días invernales muy duros. Ya me va pareciendo demasiado. En un par de meses será primavera...
Besicos.
Me alegra saber que disfrutas twanto del invierno. Por estos andurriales estamos igual, pasando frío, abrigaditos y apurados también viendo como vienen del calor de África, los emigrantes a recoger la aceituna, sin tener donde refugiarse de este frío. ¡Qué injusta es la vida e incluso nosotros mismos!!!
Besicos muchos guapa y sigue disfrutando de las estaciones, eso es saber apreciar lo que tenenos, ¿verdad?
qué mejor excusa que el frío para buscar la proximidad de los unos con los otros.
aquí estamos en pleno período estival. abanico, blusas, sandalias y los índigos de un inagotable mar, je
clo.
A mí lo que me gusta del invierno es la lluvia y este año, por estas islas, ha habido muy poca. Y la que hubo fue en plan torrencial.
Pero luego también me encanta la luz del otoño, la playa del verano...en fin...
Besitos, me imagino un bellísimo paisaje el que cuentas.
Nos gustan las mismas estaciones, el otoño y el invierno. Por acá está siendo bastante frío, más de lo habitual, pero tenemos la casa bien acondicionada.
A diferencia de mucha gente prefiero pasear en invierno, me calzo mis botas un abrigo ligero y unos guantes cortados por los dedos para que no entorpezcan a la hora de hacer fotos y me siento la reina de Saba.
Un beso, Graciela.
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