Foto: Adriana Campuzano |
Arranqué una hoja de
una libreta que no me pertenecía. Para ser precisa, fueron dos hojas. Al
arrancar la primera, me di cuenta de que se quedaron atorados unos papelitos en
la espiral de la libreta. Supongo que fui brusca al arrancarla. O quizá a todos
les pasa. Una pequeña insignificancia me alteró. Robar no es lo mío. Pero, ¿por
qué me dejan libretas ajenas en mi escritorio laboral? Intenté dejar la libreta
impecable, sin daños, sin roturas. Pero, de repente, una gota de sangre cayó.
¿De dónde salió la sangre? Seguramente de mi imaginación. Miré mis manos y no
tenían ninguna cortadura. En el escritorio ni siquiera había tijeras, ni cúter,
ni nada que pudiera ocasionar una herida en mis dedos. Tampoco acostumbro
cortarme las uñas con la boca. La mancha ahí estaba. Era irremediable, no podía
hacer nada. Decidí que se quedara la mancha y cuando llegara el dueño de la
libreta construyera una historia. Podría pensar que alguien se cortó
accidentalmente o que alguien le estaba dejando un mensaje oculto. Yo no
deseaba estar ahí presente ni ver su rostro de enojo. Nadie me vio romper las
dos hojas. Alguien entró a la biblioteca y salió rápidamente. No me puso
atención, pero yo ya estaba nerviosa y desesperada. Lo único que deseaba era
escribir una idea y tenía miedo de que se me escapara de las manos. No quería perder
mi idea. No quería. Necesitaba la hoja con urgencia, pero la interrupción de
los papelitos atorados me distrajo. Cuando tuve la hoja, olvidé lo que deseaba
escribir. No recuerdo nada. Todo esto sucedió antes de empezar a leer La escuela del aburrimiento de Luigi
Amara. Tenía una hora libre antes de entrar a la jaula. Me disponía a leer
cuando me llegó una idea. ¿Cuál? ¿Qué iba a escribir? No lo sé. Pero, ahora que
lo pienso, creo que aluciné. No arranqué ninguna hoja de ninguna libreta ajena.
Lo que hice fue simplemente tocar la hoja de un árbol que no existe en mi
trabajo.
5 comentarios:
Un maravilloso viaje del enjambre que es nuestra imaginación.
Muchos cariños,
Paula Larraín
(Cursivas Blogspot)
Hola Clarice, quizás me recuerdes. Solía leerte y solía tener un blog también. Hoy que leo tu narración pienso si es que yo escribía, o aluciné como tú alucinaste tu hoja.
Al final pienso que así somos de efímeros, lo que fue o será no importa, lo que perdura es el recuerdo que guardamos y volvemos realidad.
Un abrazo fuerte desde la trinchera, juntando cada vez más ganas de volver al campo.
Rizando el rizo de las pequeñas cosas que nos rondan, logras hermosos textos.
Besitos, Clarice.
Todo lo arrancado produce dolor.
Un abrazo
Precioso relato, me ha encantado y me has recordado que más de una vez me he cortado con el filo de una hoja de papel. Eres genial.
Besicos mcuhos.
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