domingo, abril 20, 2014

Abril

Fotografía de Robert Doisneau


Entre más conozco a los hombres, más te quiero a ti, le dijo siendo una niña inexperta y locuaz. Tenía once años y deseó que él fuera su salvación. Olvidó su pasado, presente y futuro y escribió una nueva vida y vivió reinventándose. Y al detenerse ante un árbol se dio cuenta que en realidad su vida era certera. Cuenta los años a su lado y cada año es un día y un día es un instante que lo recuerda para seguir viviendo. Lamenta sus errores o sus pecados, pero se congratula y tiene paz cuando sabe que perdonar es honrar. Vuelve a contar los años y se siente joven, tan joven que quiere seguir viviendo. Miro el mundo de esa mujer y de esa pareja y al fruto de sus vientres y me dan ganas de habitar en su jardín y no salir nunca más de ahí. Ellos guardan silencio entre el viento del bambú. Lo escuchan como si escucharan el canto de la niña de sus ojos. No sé qué tienen ellos, pero observo tanta complicidad y libertad. No quieren decir los años que llevan juntos compartiendo el pan, el vino, la poesía, el cine, la música, los amigos y el silencio entre tantas mil cosas: pérdidas y encuentros. No quieren decir porque dicen que solo Dios escribió su destino desde antes que nacieran. Pero qué importa, me pregunto, si los miro locos y eternos celebrando la vida a pesar del dolor.


2 comentarios:

virgi dijo...

Hermoso paisaje ajeno a la realidad, sólo existe para ellos.
Que la felicidad o el dolor los haga amarse aún más.
Besos

I. Robledo dijo...

Que maravilla de texto...

Que maravilla de vidas...

Precioso