Te hablaron del verbo
caer. Piensas que caer es volar y que volar es escribir y que escribir es soñar
y que soñar es mirar y que mirar es vivir. Te repiten: caer. Olvidaste cuántas
caídas llevas en los bolsillos. ¿Por qué te caes con tanta frecuencia? Te
preguntan sin saber que te duele estar inmóvil y guardas silencio para no
llorar. Tienes todo el tiempo que otros anhelan. Es tu tiempo de reflexionar,
reencontrarte con tus fracturas y recoger tus pedazos de agua y tierra. Recuerdas toda tu vida, lentamente, como si
dieras vuelta a las hojas abandonadas de los albúmenes fotográficos. No está completa
y no te importa. Sabes que has tenido muchas vidas y que todas han cumplido su
ciclo. No deseas regresar a ninguna de ellas. Disfrutaste los instantes y lo
has guardado debajo del árbol. Crees que germinarán en frutos cuando seas
anciana. Quizá te ayuden a no perder la memoria. Quieres sonreír, a pesar de
todo. Estás en cama y no podrás utilizar el pase de abordo que te llevaría a
tierras lejanas, ni encontrarte con el perro que estaba a la misma hora y en el
mismo lugar mientras tú caminabas. Sólo una lágrima corre por tu rostro y al
caer, sientes que la tierra gime y que la mayoría de la gente corre para
salvarse. Tú no le das importancia a un temblor cuando padeces el temblor
interno. La almohada conoce el respirar de tus secretos y has sobrevivido a tus
pesadillas. Pero, de repente, recuerdas todas las ventanas que tiene tu casa,
todas están llenas de paisaje y miras hacia tu ventana, tan cercana a ti.
Observas detalle a detalle y recuerdas las imágenes de la película que tanto te
gustó. Tu ventana no es como esa ventana cinéfila. Tu ventana está llena de
vecinos: árboles y plantas de todos los tamaños; flores de todos los colores;
montañas que te imponen; pájaros, ardillas, gatos y perros. Puedes escuchar
perfectamente la voz del viento y del gallo. Ese es tu mundo, lo que miras y
escuchas a través de la ventana. Ningún amanecer ni anochecer es igual. Ahí
está la luna, la lluvia y el canto del grillo acompañándote. Tu ventana no
necesita de velos, es poderosa y adoras el instante entre lo simple y
cotidiano. Fotografías ese momento para guardar el recuerdo porque sabes que en
unos días más ya no será la misma imagen. Cambiará al llegar nuevos libros y
objetos. No te cansas de mirar a través de tu ventana, tan discreta, tan
silenciosa y tan tuya. La ventana discreta te ha hecho olvidar el dolor de tus
pies frágiles y tus días transcurren con nuevas historias que nunca serán
escritas ni contadas. Te sostienes en tu hoy y agradeces a Dios por todo lo que
te dio y quitó. Te levantas con cientos de pies y escribes en tu cuaderno:
Estoy navegando en un mundo nuevo: mi libertad.
domingo, agosto 03, 2014
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7 comentarios:
Una vez consideré darle el título "La caída" a una novela o el comienzo de una novela no publicada. Otro título para una novela no publicada podría ser "La ventana". Tu escrito es una pequeña novela.
Un beso
Nunca, ninguna mañana, ningún mañana, nada es lo mismo, nada será lo mismo. Verlo así o no es otra cosa. Pero tampoco eso será lo mismo.
Un relato que habla de cómo percibimos el paso del tiempo, de cómo gestionamos las caídas que se nos quedaron en los bolsillos.
De las cosas que de verdad nos importan, de lo que vemos, de lo que nos rodea y de lo que nos gustaría recordar.
No hablas y nos muestras esa magnífica ventana y mientras te imagino escribiendo en tu cuaderno con tus cien pies al aíre, miro por mi balcón y veo en el cielo una nube blanca que se parece a ese perro que estaba a la misma hora y en el mismo lugar.
Muchos besos, Graciela, es un placer visitarte y leerte.
Tu ventana sin velos está abierta a una buscada indiscreción de la naturaleza, a ese mirar de las plantas, los pájaros, los gatos, los cambiantes amaneceres, asomados todos sin disimulo a tu caída en la escritura desde lo alto de tu imaginación, a la respiración en tus almohadas desde los profundo de tus secretos. Bellísimo texto.
Escribir es soñar otra vida que posiblemente nunca vivamos...
Un abrazo fuerte, Clarice
Cuando la mirada atraviesa una ventana, en realidad está cayendo: cayendo en nuevos mundos impermanentes. Las ventanas son vórtices hacia la belleza; siniestra o cándida, pero belleza. Gracias por la luz textual de la ventana.
Voy regresando y cruzo el charco para saludarte, apreciada Clarice, tampoco yo te olvido.
Gracias por tus palabras y por esa ventana que nos permite asomarnos a ti.
Un abrazo
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