Foto: Graciela Barrera |
Entré a la tienda y me detuve en los libros. Una portada me
llamó la atención: Matar un ruiseñor. Creo que nunca había experimentado esa
sensación de poseer algo de manera inmediata. Lo quería, lo quería, lo quería. Un
simple detalle que marca la portada me hizo enloquecer. Y mientras me iba
acrecentando el deseo de la posesión, una voz interna me censuraba: ¿Cuántos
libros tienes en casa que no has leído? ¿Acaso no dijiste que serías sensata en
tu desenfrenada compra de libros? El sentimiento de la posesión continuaba
hasta que la voz interna venció, dejé el libro, me di la media vuelta y salí
frustrada de la tienda. Posteriormente, en casa, me puse a leer el suplemento
impreso de El País y cuál fue mi sorpresa de ver un artículo dedicado a la
historia de Harper Lee y Truman Capote. Yo no sabía que fueron amigos desde la
niñez, jugaban a ser novelistas y se contaban historias. Harper Lee se inspiró
en Truman Capote para el personaje de Dill. Al leer la historia de su amistad y
de sus conflictos y de las anécdotas sobre Matar un ruiseñor, volvió esa
perturbadora sensación de poseer el libro. Pasaron los días y tenía que comprar
un regalo a una quinceañera lectora. Yo siempre acostumbro regalar libros, pero,
¿qué regalarle a una adolescente? Era fácil: regalar lo que yo desearía
recibir. Así que el regalo fue el libro y la película. (Que por cierto, la
película la tengo en casa y todavía no la he visto). Antes de envolver el
regalo, tomé la fotografía como recuerdo a la experiencia de la posesión. Finalmente,
pronto tendré el libro, aunque en la tienda solamente quedaban dos.
1 comentario:
La lectura la tengo pendiente; la película es una de las más bellas que yo haya visto, desde los mismísimos títulos de crédito iniciales. No fue un mal regalo.
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